El Surco
[Comentario / Reflexión a San
Marcos 4,26-34]
…Hay que morir para vivir… si el grano de
trigo no muere… si no muere solo quedara… pero si muere en abundancia dará un
fruto eterno.
El periodo de
transmutación para que germine una semilla, el milagro de la vida. El pequeño
frijolito (poroto, habichuela, etc.) que colocamos en el bote de vidrio, al
botecito le pusimos papel periódico para recubrir sus paredes internas y
colocamos la tierra, y por último el frijolito, irrigándolo, que de fruto se
transformo en semilla y de semillita con los pocos días asoma la puntita de la
planta, hay vida, en abundancia.
Interesante, de
fruto a semilla, como ocurre con el maíz, el trigo, etc. De una utilidad o servicio que de sus entrañas emerjan, de ser lámpara
bajo la mesa a iluminar el campo; de una sola semillita puede brotar un bosque
entero, un cerro o colina o un valle copado de plantas.
La tierra, cargada
de nutrientes, macro nutrientes, micronutrientes, fertilizada por la misma
vida, por la hojas secas, por las lombrices que esparciendo su humus
y oxigenando el subsuelo con los canales por donde pasa , comen tierra y al defecarla es transformada en abono, y el agua
que purifica y santifica, potente para contribuir con el todo perfectamente
equilibrado para que golpeando la cascara de la semillita esta despierte de su
letargo vivencial oculto y rompa el esquema de la bolsa que la aprieta y reviente
en una maravillosa, inexplicable y poderosa capacidad de transmutar del ser
dormido al ser que multiplica su existir. [Sucede tal como la salivita de las
abejitas, que engullendo el néctar de las flores la escupen en la colmena para
que madure y ¡¡¡guala!!! surge otro
poderoso elemento, la rica y útil miel con sus derivados.]. El efecto
misterioso de la atracción se hace presente y así como el planeta tierra con su
gravedad atrae a su centro a todo lo que sobre ella existe, también la
semillita atrae a todo lo que, quiera o no, le ayudara para que ocurra ese
milagro.
El génesis se
repite cada instante de la vida, en este universo que pasa desapercibido a
nuestros sentidos, ese génesis que crea vida cada segundo, en el que las
esporas, el agua, la tierra, los pajaritos, los insectos, el sol, la luna, es
decir todos, todos los involucrados sacan de las costillas del suelo la
fecundidad de la que, a diferencia de las otras que cayeron en terreno arenoso,
o cayeron someramente sin alcanzar la plenitud, se transforma en tallos,
ramitas, hojitas, y de nuevo frutos que podrán servir para alimentar
momentáneamente o para volver a iniciar el ciclo del génesis, multiplicarse,
darse por enteras.
Las plantitas no
son egoístas, el fruto de la semilla se da tal cual, sin normas ni reglas que
deberán aplicarse: Cuando germinan no saben si las comerá quien las robe, quien
las compre, quien las pida regaladas, o marchitas integraran el ciclo de
reproducción como abono orgánico.
La creación no es
egoísta, porque si el Creador hubiera dado los sentidos humanos a las plantas y
animales, estas, las plantitas, serian avariciosas por momentos, tacañas o
dadivosas ya sea por misericordia o por interés particular, o dando sin el
corazón criticarían lo que dieron como dolidas por su desprendimiento, limosna que duele. O no
fueran disciplinadas en someterse a la exactitud del momento de morir, volver a
nacer, crecer, reproducir y darse por enteras, todo en su momento calculado
exactamente para que todo ocurra, no con letargos, dudas o inseguridades que
alterarían el ciclo completo del universo porque la semilla ya transformada en
planta negándose a ser universal, por su vanidad, por orgullo, irrespetaría los
demás ciclos de vida de los demás seres de la creación.
En todo este milagroso
evento, el de la germinación, juega un papel importante la profundidad del
surco.
Un surco muy
profundo, ese surco que el devenir de la existencia ha marcado por la
profundidad de la materialidad, por la profundidad de lo agnóstico efecto de la
poca oración, el surco de la lucha por el sobrevivir a diario, etc.: Esa
profundidad del surco que más que un surco profundo es una puerta blindada,
impermeabilizada no dispuesta a tan siquiera probar de si es verdad lo que la
palabra, constituida por todos los nutrientes y factores que interactúan para
que germine, es capaz de lograr que germine, y la profundidad del surco ahoga la
palabra, como si cayese por una catarata cuya agua por efecto de la gravedad y
del desnivel de la vida, cae golpeándose contra la roca sin lograr salir a la
superficie por el remolino de la presión que le impide hacerlo.
Un surco no muy
profundo, ese surco que tiene la intención de darle cabida a la palabra, pero
todo queda en el dicho y no el hecho, parecemos que amamos al Señor y al
prójimo, cumplimos los rituales religiosos, pero no germina, porque la vanidad
y sus secuaces los demás terrenales defectos ocultan en el corazón la verdadera
razón del comportamiento religioso y no pasa de ahí, no germina lo suficiente y
con el tiempo o llegan los pajarillos y la comen, o el sol con la exigencia que
incumbe vivir atado a lo espiritual termina por secar el agua del bautismo y
seca cede pereciendo espiritualmente a la oportunidad de multiplicar su
esencia.
El surco exacto,
ese ni muy profundo, ni muy a ras; el surco de la comprensión, del
entendimiento, a veces cavado por la experiencias terrenas y las desilusiones
de confiar en los falsos lideres ya sean religiosos, políticos o empresariales,
otras veces cavado por la necesidad que tenemos los seres humanos de buscar, así
como los riachuelos buscan en correría llegar al mar, y esas muchas otras en
las que por obra del Espíritu Santo que recibimos en nuestro bautizo y
posterior confirmación, vive en el surco del corazón esperando el momento
apropiado [Eclesiastés 3:1-8] y en esa
fatiga de la lucha del vivir y buscar, vence la fatiga y el grano en el surco en rodillas suplicantes [Eclesiastés
3:9] explota, muere y da la vida a la
“vida verdadera”, y los condicionantes mentales, la incesante pregunta o
cuestionamiento a todo como excusa para evitar ser creyente, en este Génesis,
pasan a ser parte del grano muerto y el grano se multiplica en amor hacia el prójimo
y como Cristo se inmolo en la Santa Cruz para dar vida nueva al que cree en Él,
así somos grano inmolado que multiplica sin egoísmos el génesis de la vida.
Dame de tu semilla.
“-Que los leucocitos no inmunicen
la docilidad de mis latidos.
-En gracia Divina
que mis latidos sean el surco
donde cae tu semilla.
-El abismo de mis surcos
hazlo de la profundidad necesaria
para que mi necedad imaginaria
no haga mutis
cuando reparta tu mano
la esperada semilla.
-Que germine, sin abruptos
sino en terreno llano;
que la maleza de mis deseos
conviértase en fortaleza
en esos momentos difíciles
cuando mi corazón desea
sucumbir a la vil bajeza
de mis carnales instintos.
-Dame un corazón
dispuesto a soportar;
que la ansiedad no le derrote,
mucho menos que el hambre
causada por la derrota o fracasos,
o por confiar en mi prójimo
y frustrarme por su actuar,
sean en su lugar
caridad abonando tu semilla
y aspirar con todo y todo
a la patria celestial.”
Saulo de Tarso
El Salvador
30/Ene/2015
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de
Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros [2ª Corintios 13:13].
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida
[San Lucas 1:35]
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida
[San Lucas 1:35]
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida
[San Lucas 1:35]
Gracias Espíritu Santo
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