Una Sola Oblación
[Comentario / Reflexión a Hebreos 10:1-10]
Una sola oblación,
no más, suficiente con el sacrificio del único justo y santo que ha existido.
A partir de su
entrega para ser inmolado, Él no desea holocaustos, Él no desea que nos
crucifiquemos, sino que carguemos la
Cruz, que no es pesada, cuyo yugo es ligero; lo único que
desea es amor, ese amor que Él exige de parte nuestra, [San Mateo 5: 23-24. Si, pues, al presentar tu ofrenda en
el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja
tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu
hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda] porque el mayor sacrificio que
como humanos podemos hacer es ser misericordiosos con los demás, actuando sin interés
particular y con la intención de esmerarnos
en perfeccionar nuestra tendencia al mal a través de la practica
amorosa; Porque pecadores siempre seremos, el mundo está presto a embaucarnos y
empujarnos al camino ancho, pero con la práctica del amor logramos una
metamorfosis de lo carnal a lo espiritual [1ª San Pedro 4: 8. Ante todo, tened
entre vosotros intenso amor, pues el amor cubre multitud de pecados.].
La oblación nuestra
es entregar de lo que tenemos a los demás, y en esa entrega nuestra mirada se volverá
con un brillo especial, ya que la limosna que purifica, es aquella que se da
separando algo nuestro a lo cual le tenemos apego o necesidad [San Lucas 11:41. Dad más bien en limosna lo que tenéis, y
así todas las cosas serán puras para vosotros.]. No dar lo que sobra, porque
si damos sobras entonces tengamos por seguro que la envidia, el rencor, los
pensamientos obscenos, la ira, serán de las manifestaciones inmediatas que
brotaran de nuestro corazón. [San Mateo 6: 21. Porque donde esté tu tesoro, allí
estará también tu corazón.]
En ocasiones la Santa Palabra se transforma en
un estribillo que lo repetimos teóricamente pero no lo ejecutamos v. gr. “dando
es como recibimos”, y este lo repetimos pero nada más como un condicionamiento
mental, tal y como nos tienen acostumbrados los anuncios publicitarios qué lo
que buscan es a través de la repetición espaciada crear un condicionamiento
intelectual jugando con las debilidades espirituales del individuo y
jerarquizando las necesidades conforme al bombardeo constante de dichos
anuncios, en cambio la Santa Palabra
la tenemos grabada en la mente pero bloqueado su acceso a la ejecución.
El camino al cielo
ha sido allanado por Nuestro Señor, con su sacrificio y entrega nos facilito el
camino, ha aligerado la carga y nuestras cruces las ha hecho livianas, pidiendo
y solicitando, más que exigiendo y respetando nuestro libre albedrio, un solo
acto repetitivo a lo largo de nuestros pensamientos y acciones, el cual es amar
sin restricciones. [I Samuel 15:22.
Pero Samuel dijo: ¿Acaso se complace Yahveh en los holocaustos y sacrificios
como en la obediencia a la palabra de Yahveh? Mejor es obedecer que sacrificar,
mejor la docilidad que la grasa de los carneros.]. La hipocresía
es una maniobra inteligente de satanás utilizada para nuestra condenación, al
manipular nuestras debilidades en ocasiones nos invita a efectuar sacrificios o
penitencias que en lugar de vencer la carne nos elevan el ego, ya que, al
cruzar la esquina estaremos cayendo en actos de ira, de envidia, de celos, etc.
y la penitencia perdió validez. En cambio el actuar pensando que el único juez
es Él Señor y que sí Él que es el dueño de todo nos tiene paciencia, ¿porqué no
hemos de tenernos paciencia mutuamente en nuestra convivencia?
En nuestros
tiempos, al ver que la humanidad ha perdido el interés por la oración y la
practicidad ha eliminado la espiritualidad, Él Señor se vale de “almas victimas”
que sufriendo penitencia espiritual y corporal, algunas manifestadas con
estigmas, cargan sobre su espíritu los pecados de todos nosotros, pero ese tipo
de oblación es diferente a un sacrificio de ofrecimiento, son penitencias para
mitigar, para digamos desagraviar por el abandono y pedir perdón. La muerte en la
Santa Cruz y la sangre derramada es la que
limpia nuestros pecados y por nuestra propia decisión aceptamos dicha limpieza;
no bajo presión, ni bajo argumentos de mejorar los bienes temporales o
terrenales a que aspiramos o deseamos. [Corintios 13:3. Aunque repartiera todos mis
bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me
aprovecha.].
El amor del Señor
nos invita a salvarnos, y el amor hacia nuestros prójimos nos empuja a la
salvación.
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu
Santo sean con todos vosotros [2ª Corintios 13:13].
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida.
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida.
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida.
Gracias Espíritu Santo.
Amén.
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