¿Quiénes somos?
Comentario a Hebreos 2, del 5 al 11
Somos el centro de la creación, hechos a imagen y semejanza de Dios,
semejanza dice la palabra, somos los tiernos infantes que en su carrera en la
vida nos comportamos con la inmadurez propia de un terrestre, no importa la
edad que tengamos, si somos unos bebes o somos maduros, siempre en la conducta
y ante los ojos de Dios no dejaremos de ser párvulos en lo relativo a la vida
espiritual.
La calidad espiritual la perdimos cuando San Adán y Santa Eva fueron
expulsados del paraíso y a partir de ahí volver a ganar la vida celestial ha
sido y será el punto de la vida del ser humano. Ya lo menciona el salmo 126:
2Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
Somos estos párvulos que nos cuesta entender que la oración es el vínculo
para establecer comunicación con Él Señor, y para ser amigo de Él necesitamos
cumplir su palabra, por fe y por acción.
Quién es el hombre para que se acuerde de él, menciona San Pablo en la
carta a los Hebreos; somos los que tenemos caridad pero no todo el tiempo, los que
la aflicción nos permite estar en estado de adoración suplicante pero no todo
el tiempo, superada la prueba volvemos al “modo” vida feliz, somos los que
creemos en Él Señor, pero con las limitaciones del cerebro humano, somos los
que nos imaginamos el cielo pero con un parámetro de gozo terrestre y no del
gozo celestial.
Somos los hijos de Dios, ese Dios que es viviente, perfecto, amoroso y
paciente. El Dios que vino a la tierra para sentir lo qué es ser humano y para
demostrarnos que así como el sobrevivió a las tentaciones en el desierto, así
también podemos nosotros sobrevivir a las tentaciones que a cada momento nos
somete este mundo en estos últimos tiempos. Ese Dios, Él que cuando nos dirige
su mirada lo hace con ternura y no amenazante ni vengativo, sino misericordioso
y paciente.
El hombre es el motivo de que satanás este suelto en la tierra, en su
envidia y orgullo pretende quitarnos el derecho de ir a la vida eterna, a la
iglesia triunfante, porque en su odio hacia Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo
con cada alma que gana para el infierno pretende probarle al Señor que es
inútil que nos ame tanto porque nuestra naturaleza es débil como la de el
mismo. El padre de la mentira y el engaño logra ganar muchas almas, pero
también se salvan otras, porque la santidad cuando se gana en el amor a Dios es
un escudo protector de las tentaciones, y en la invocación de la mujer que le
pateo la cabeza a la serpiente, el mentiroso y engañador sale corriendo a buscar
refugio en las llamas de su hogar. Invoquemos el Santísimo Nombre de La Reina de Ángeles y Santos, la Madre de Dios, y es
suficiente para que la tentación se marche y satanás huya vencido y humillado.
El hombre es la criatura por la que en el sometimiento a la humillación, sin motivo, por parte de los dueños
del mundo, la carne, la sangre y el agua se transforman en la salvación de esta
criatura y santifica al que cree en Él.
En un sentido materialista dialéctico el hombre es muchas cosas, pero en
un único y valedero sentido espiritual es el motivo por el qué Él Señor deja
noventa y nueve justos para ir en búsqueda de uno sólo que esta extraviado, sea
prostituta, narcotraficante, pandillero, infiel, homosexual, lesbiana, mentiroso,
avaro, la peor inmundicia, pero su amor es tal que no ve el pecado sino al
pecador y se lo hecha al hombre y lo trae de regreso al redil para la gloria de
Dios padre.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Amén.
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