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miércoles, 7 de enero de 2015

Multiplicar




MULTIPLICAR



Todos en la vida tenemos a quien obedecer, no hay excepción, aunque alguien diga que es autónomo, autosuficiente, no, siempre y aunque sea el hombre más poderoso política y económicamente del mundo hay sometimiento a una u otra fuerza; si viviéramos en un mundo sin leyes terrenales tales como leyes penales, leyes mercantiles, leyes tributarias, normas, etc. tal vez existiría la posibilidad de que no obedeciéramos a nadie. Muchas veces se obedece por coacción o coerción, una es por amenazas y la otra sin amenazas directas pero con efectos de castigo si no se ejecuta tal o cual acción. [ 1ª Juan 4:18 18. No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo.]

Las leyes terrenas son producto del sentido humano, Dios no creo las leyes terrenales, las únicas y validas son el Decálogo, y las dos principales en las cuales Él resumió todas. Y si toda la humanidad nos sometiéramos estrictamente a estas dos Leyes Divinas, todo fuera un lecho de rosas sin espinas. Las leyes humanas han sido creadas por el hombre por la incapacidad que tiene de amar al prójimo, el sentido de venganza (justicia le llaman para disimular un poco) está en todas las leyes, sea de la índole que sea; si la conciencia fuese nuestro particular juez y antes de actuar consultar con ella el proceder, con el corazón puesto en las dos principales Leyes Divinas, os aseguro que no habría espacio para conflictos con resultados graves, existirían conflictos, dada nuestra condición de libre albedrio, pero por el amor no se tendría que recurrir a juzgados ni instancias del mundo buscando arbitraje. El estado imperfecto del hombre por el orgullo, hace que esto sea una utopía; siempre jugamos dos roles, el de Abel y el de Caín, dependiendo el estado de ánimo, el cual siempre es inestable por lo alejado de la oración en que muchos nos mantenemos.

Aprender a multiplicar es fácil con las personas que nos hacen el bien, pero multiplicar con los que no tenemos buenas relaciones o con los desconocidos, entonces no hay chance de multiplicar bondad, sino miserias.

En la multiplicación de los panes existen tres fenómenos Divinos, el primero es la bondad, la preocupación de que la gente no ha comido [la preocupación de los empleados o trabajadores de mi empresa no ganan el suficiente salario para cubrir sus necesidades básicas, la preocupación de que los niños de la calle no tienen un futuro alentador ni material ni espiritual, la preocupación de que mis vecinos no tengan ni para comer, etc. etc.] fácil era hacer como hacen muchos guías espirituales que despachan, después de compartir el evangelio, a la gente a sus lugares de origen solamente con la bendición y dejándole a Dios lo demás; fácil era para Él hacer caso omiso a las necesidades de los que le seguían [y que le seguían por diversos intereses no por fe, no por amor, sino por curiosidad, no eran sus amigos todos] y aprovecha para evangelizar a sus apóstoles catequizándoles en el amor hacia el prójimo.

El segundo fenómeno Divino, es que Él siendo Dios, pero humanado, en carne, hueso y sangre, respeta su debilidad humana y somete a Dios Padre la bendición de los panes y los peces y la consiguiente suplica de la multiplicación de los mismos. Prácticamente es una consagración de su místico cuerpo y anticipo del sacrificio, el pan representa su cuerpo y el pez asado tiene el simbolismo de ser la pasión de Nuestro Señor. La obediencia es reflejo de mansedumbre y humildad, de respeto hacia el Ser Superior, y de bondad y amor.

El tercer fenómeno es la repartición, al saciar el hambre de tantas personas, la bondad se ve multiplicada, y en esa multiplicación de bondad caben todos, los que le seguirán hasta después de su resurrección y los que estarán acusándolo y gritándole cuando cargue la cruz en el recorrido del Santo Viacrucis.

La multiplicación de los panes y los peces no es un simple milagro que se le facilita a Dios hacerlo, no, tampoco es un milagro para hacer un show en el  momento y hacerse propaganda, tampoco.

La multiplicación de los panes quedo escrita en este Santo Evangelio para dar testimonio que es un asunto vigente, que todos estamos llamados a multiplicar, a ser portadores del amor hacia el semejante, pero no por atracción por las feromonas o porque los genes nos invitan a reunirnos con los de nuestra “clase”; ya que al ser perfectos en la creación nuestras células guardan memoria del comportamiento de nuestros ancestros y llenos de esa forma de vivir seguimos con la cadena de herencia hacia nuestros sucesores heredándoles hasta nuestras deficiencias.

La multiplicación de los panes y peces es profunda Cristiandad; a lo lejos, según nosotros [pero para Nuestro Señor Jesús solamente han pasado dos días en tiempo celestial y más de dos mil años en tiempo humano] eso sucedió hace mucho y en esta era moderna esos conceptos ya no son válidos porque lo que interesa es el “Yo”. La multiplicación de los panes y los peces se estrella contra los espejos, porque muchos no tendremos la capacidad de multiplicar la bondad y el amor, y hacer milagros palpables, porque la vanidad de estos tiempos nos empuja a que en lugar de arrodillarnos al despertarnos por la mañana para dar gracias a Dios, lo primero que buscamos es entrar en conexión con el mundo por cualquier medio de dispositivo móvil y ese es nuestro espejo, el de la vanidad, el de la autoestima, el de la autorrealización personal, el del pensamiento positivo, es decir los demonios.

Interesa multiplicar, como empresa le llamamos “relaciones publicas” y como individuos le llamamos “relaciones humanas”, eso no es multiplicar, eso es cavar un hoyo muy profundo en la tumba del materialismo, porque ambos conceptos lo que buscan es una retroalimentación, un pago, porque se da esperando algo a cambio.

La multiplicación de los peces y los panes debiera ser parte de nuestro diario vivir, incluso con la fe bien cimentada, muchos logros personales podrían verse cristalizados sin tanto esfuerzo.

No hacen falta mártires al mundo para ganarse el cielo, ya hay uno y Es Él que Es; solamente hace falta voluntad, que la da Él Espíritu Santo a través de la humillación, reconociendo que todo lo que soy y tengo no es por meritos propios sino porque nuestro Señor en su infinita bondad me lo ha permitido ser y tener.

En la oración está el poder de generar cambios, más que en grupos de evangelización mal preparados para dicha labor, educativamente y espiritualmente. Orar por otros para el perdón de los pecados y para su  conversión es una manera de practicar y ejercitar la misericordia.

En el lenguaje del Señor no está la lucha de clases, la lucha de clases es terrenal y apoyada por satanás y sus espiritus del mal; nuestro Señor fue claro al decir que hay que dar al césar lo qué és del césar y a Dios lo que es de Dios, lo del demonio son las luchas políticas y de regímenes de control, lo que es de Dios es la oración y el amor, si todo fuese así pues estaríamos ya en el cielo y no habría necesidad de morir, pero como así son las cosas hay que pasar las pruebas terrenales para sacrificando la carne elevar el espíritu y aspirar a la Iglesia Triunfante.

Que Él Espíritu Santo nos infunda el don de la caridad, para que, motivados por ella, ganemos la vida eterna a través del amor hacia nuestros semejantes.

[Santo Evangelio según San Marcos 6:34-44]

Amén.


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