MULTIPLICAR
Todos
en la vida tenemos a quien obedecer, no hay excepción, aunque alguien diga que
es autónomo, autosuficiente, no, siempre y aunque sea el hombre más poderoso política
y económicamente del mundo hay sometimiento a una u otra fuerza; si viviéramos
en un mundo sin leyes terrenales tales como leyes penales, leyes mercantiles,
leyes tributarias, normas, etc. tal vez existiría la posibilidad de que no
obedeciéramos a nadie. Muchas veces se obedece por coacción o coerción, una es
por amenazas y la otra sin amenazas directas pero con efectos de castigo si no
se ejecuta tal o cual acción. [ 1ª Juan 4:18 18. No hay
temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor
mira el castigo.]
Las
leyes terrenas son producto del sentido humano, Dios no creo las leyes
terrenales, las únicas y validas son el Decálogo, y las dos principales en las
cuales Él resumió todas. Y si toda la humanidad nos sometiéramos estrictamente
a estas dos Leyes Divinas, todo fuera un lecho de rosas sin espinas. Las leyes
humanas han sido creadas por el hombre por la incapacidad que tiene de amar al
prójimo, el sentido de venganza (justicia le llaman para disimular un poco)
está en todas las leyes, sea de la índole que sea; si la conciencia fuese
nuestro particular juez y antes de actuar consultar con ella el proceder, con
el corazón puesto en las dos principales Leyes Divinas, os aseguro que no habría
espacio para conflictos con resultados graves, existirían conflictos, dada
nuestra condición de libre albedrio, pero por el amor no se tendría que
recurrir a juzgados ni instancias del mundo buscando arbitraje. El estado
imperfecto del hombre por el orgullo, hace que esto sea una utopía; siempre
jugamos dos roles, el de Abel y el de Caín, dependiendo el estado de ánimo, el
cual siempre es inestable por lo alejado de la oración en que muchos nos
mantenemos.
Aprender
a multiplicar es fácil con las personas que nos hacen el bien, pero multiplicar
con los que no tenemos buenas relaciones o con los desconocidos, entonces no
hay chance de multiplicar bondad, sino miserias.
En
la multiplicación de los panes existen tres fenómenos Divinos, el primero es la
bondad, la preocupación de que la gente no ha comido [la preocupación de los
empleados o trabajadores de mi empresa no ganan el suficiente salario para
cubrir sus necesidades básicas, la preocupación de que los niños de la calle no
tienen un futuro alentador ni material ni espiritual, la preocupación de que
mis vecinos no tengan ni para comer, etc. etc.] fácil era hacer como hacen
muchos guías espirituales que despachan, después de compartir el evangelio, a
la gente a sus lugares de origen solamente con la bendición y dejándole a Dios
lo demás; fácil era para Él hacer caso omiso a las necesidades de los que le seguían
[y que le seguían por diversos intereses no por fe, no por amor, sino por
curiosidad, no eran sus amigos todos] y aprovecha para evangelizar a sus apóstoles
catequizándoles en el amor hacia el prójimo.
El
segundo fenómeno Divino, es que Él siendo Dios, pero humanado, en carne, hueso
y sangre, respeta su debilidad humana y somete a Dios Padre la bendición de los
panes y los peces y la consiguiente suplica de la multiplicación de los mismos.
Prácticamente es una consagración de su místico cuerpo y anticipo del sacrificio,
el pan representa su cuerpo y el pez asado tiene el simbolismo de ser la pasión
de Nuestro Señor. La obediencia es reflejo de mansedumbre y humildad, de
respeto hacia el Ser Superior, y de bondad y amor.
El
tercer fenómeno es la repartición, al saciar el hambre de tantas personas, la
bondad se ve multiplicada, y en esa multiplicación de bondad caben todos, los
que le seguirán hasta después de su resurrección y los que estarán acusándolo y
gritándole cuando cargue la cruz en el recorrido del Santo Viacrucis.
La
multiplicación de los panes y los peces no es un simple milagro que se le
facilita a Dios hacerlo, no, tampoco es un milagro para hacer un show en
el momento y hacerse propaganda, tampoco.
La
multiplicación de los panes quedo escrita en este Santo Evangelio para dar
testimonio que es un asunto vigente, que todos estamos llamados a multiplicar,
a ser portadores del amor hacia el semejante, pero no por atracción por las
feromonas o porque los genes nos invitan a reunirnos con los de nuestra “clase”;
ya que al ser perfectos en la creación nuestras células guardan memoria del
comportamiento de nuestros ancestros y llenos de esa forma de vivir seguimos
con la cadena de herencia hacia nuestros sucesores heredándoles hasta nuestras
deficiencias.
La
multiplicación de los panes y peces es profunda Cristiandad; a lo lejos, según nosotros
[pero para Nuestro Señor Jesús solamente han pasado dos días en tiempo celestial
y más de dos mil años en tiempo humano] eso sucedió hace mucho y en esta era
moderna esos conceptos ya no son válidos porque lo que interesa es el “Yo”. La multiplicación
de los panes y los peces se estrella contra los espejos, porque muchos no
tendremos la capacidad de multiplicar la bondad y el amor, y hacer milagros
palpables, porque la vanidad de estos tiempos nos empuja a que en lugar de
arrodillarnos al despertarnos por la mañana para dar gracias a Dios, lo primero
que buscamos es entrar en conexión con el mundo por cualquier medio de
dispositivo móvil y ese es nuestro espejo, el de la vanidad, el de la autoestima,
el de la autorrealización personal, el del pensamiento positivo, es decir los
demonios.
Interesa
multiplicar, como empresa le llamamos “relaciones publicas” y como individuos
le llamamos “relaciones humanas”, eso no es multiplicar, eso es cavar un hoyo
muy profundo en la tumba del materialismo, porque ambos conceptos lo que buscan
es una retroalimentación, un pago, porque se da esperando algo a cambio.
La
multiplicación de los peces y los panes debiera ser parte de nuestro diario
vivir, incluso con la fe bien cimentada, muchos logros personales podrían verse
cristalizados sin tanto esfuerzo.
No
hacen falta mártires al mundo para ganarse el cielo, ya hay uno y Es Él que Es;
solamente hace falta voluntad, que la da Él Espíritu Santo a través de la humillación,
reconociendo que todo lo que soy y tengo no es por meritos propios sino porque
nuestro Señor en su infinita bondad me lo ha permitido ser y tener.
En
la oración está el poder de generar cambios, más que en grupos de evangelización
mal preparados para dicha labor, educativamente y espiritualmente. Orar por
otros para el perdón de los pecados y para su
conversión es una manera de practicar y ejercitar la misericordia.
En
el lenguaje del Señor no está la lucha de clases, la lucha de clases es
terrenal y apoyada por satanás y sus espiritus del mal; nuestro Señor fue claro
al decir que hay que dar al césar lo qué és del césar y a Dios lo que es de
Dios, lo del demonio son las luchas políticas y de regímenes de control, lo que
es de Dios es la oración y el amor, si todo fuese así pues estaríamos ya en el
cielo y no habría necesidad de morir, pero como así son las cosas hay que pasar
las pruebas terrenales para sacrificando la carne elevar el espíritu y aspirar
a la Iglesia Triunfante.
Que
Él Espíritu Santo nos infunda el don de la caridad, para que, motivados por
ella, ganemos la vida eterna a través del amor hacia nuestros semejantes.
[Santo
Evangelio según San Marcos 6:34-44]
Amén.
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