Camina sobre las aguas, y las calma
[San Marcos 6:45-52]
Y suceden varias caminatas sobre las aguas, también San Pedro, su
santidad, camino un par de ocasiones sobre ellas, y en cada caminata -excepto
en la segunda que dio San Pedro después de resucitado Él Señor- las aguas están
turbulentas, en esta ocasión los apóstoles, que aún no salen de su asombro de
la multiplicación de los panes están a punto de infarto, al ver que Él Señor
Jesús va pasando de largo, caminando sobre las aguas; y las aguas están turbias
y le llaman para que les auxilie, ya en la barca todo vuelve a la normalidad.
Estaba catequizando a los apóstoles,
lo interesante es qué no los somete a pruebas para que entiendan que Él
es Él Señor; sino que con portentos les hace entender que Él Dios al que ha
clamado la humanidad desde la promesa a San Jacob, es un Dios que está con
ellos, humanado, y que además les muestra que dentro de cada humano hay una
fuerza poderosa y que puede ser desatada simplemente con sumisión al poder del
amor.
Los milagros en un ateo, en un tibio o en un materialista, cuando ocurren
son inmediatos, para los que creen en Él los milagros van sucediendo poco a
poco. Dos personas enfermas del mismo mal, terminal; una no creyente y la otra
sí, la no creyente tiene la gracia de asistir a un evento de sanación e ipso
facto, sana; no obstante la creyente en ese mismo evento de sanación, no sana,
y su enfermedad toma más tiempo en ser sanada.
Cuando Él Señor Jesús obró milagros durante su predicación, hizo prodigios
y curaciones, aquellos gentiles y ateos fueron curados inmediatamente, esto
para que se convencieran y prontamente creyesen. En cambio los creyentes, más
lento ¿Por qué? Simple, para él qué cree en Él Señor Jesús la vida no es miel
sobre hojuelas, la vida es un lecho de rosas, pero con espinas; todos somos
hermanos en la fe, y al ser bautizados pertenecemos a una sola iglesia y en
este caminar algunos nos extraviamos durante la vida y vemos como simples
rituales de compromiso social los sacramentos que recibimos, pero esa unión que
nos convierte en una Santa Iglesia a todos implica que en el sufrimiento de
uno, se resarcen los pecados de otros; al no existir voluntad para someterse a
penitencia nos hacemos la carga más pesada y sucumbimos.
Así funciona también la oración, si ponemos atención cuando rezamos el
Padre Nuestro, es una oración que se reza por todos, no es una súplica
individual; igual el Ave María: “Ruega por nosotros pecadores…”,
entonces así como a alguno le toca cargar los pecados de otros con las
penitencias, enfermedades o pobreza material, también la oración tiene un
efecto de que gana gracias para aquellos que siendo bautizados en nuestra fe se
han alejado del camino y el mundo ha hecho presa de ellos. Así es la caminata
sobre las aguas turbulentas y así es el descanso que reciben los apóstoles al
tranquilizarse el espanto en el que estaban.
Claro está que para él que cree en Él Señor Jesús, no hay espacio para la
tristeza, soledad, depresión, melancolía [esa que inspiran las canciones de
despecho o de ciego amor humano] derivada de la tristeza por no conseguir lo
qué el afán terrenal me obliga a aspirar. [1ª Corintios 2, 2:15-17 Pues nosotros somos para Dios el buen olor de
Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden: para los unos, olor
que de la muerte lleva a la muerte; para los otros, olor que de la vida lleva a
la vida. Y ¿quién es capaz para esto?
Ciertamente no somos nosotros como la mayoría que negocian con la Palabra de Dios. ¡No!,
antes bien, con sinceridad y como de parte de Dios y delante de Dios hablamos
en Cristo].
Siendo que somos carne y Espíritu, y en esa batalla muy a menudo la carne
gana y nos sentimos un poco deprimidos, pero para eso son las armaduras
espirituales, rezar, pedir, practicar el bien, recibir el Cuerpo de Cristo,
etc.
Va pasando Él Señor, caminando sobre las aguas turbulentas, y le llamo, no
me escucha, pero pronto me recuerdo que he cometido algunos errores en mi vida,
le pido perdón y le digo que enmendaré; y Él Señor comienza a caminar hacia mí
y sube en mi barca, y la turbulencia se transforma en un espejo cristalino de
calma [San Mateo 5:8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán
a Dios.] [1ª Corintios 6: Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará
también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en
abundancia.] [San Mateo 7:7-8 Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y
se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que
llama, se le abrirá.]
Querer ser practicante de la fe y la caridad, no es una tarea como
encender el televisor o aprender a utilizar un teléfono móvil, la tarea es
acostumbrarse a la oración, a tener un dialogo permanente con Él Señor. Los que
promueven el ser “humano-céntricos” [autoestima, pensamiento positivo,
autorrealización personal, y demás demonios] y no Cristo-céntricos, le llaman
dialogo interno a la conversación que sostenemos egoístamente con nosotros
mismos todo el tiempo, ¿o no hablamos todo el tiempo con nosotros mismos en
nuestra mente?, pues hay que acostumbrarse a no hablar con nosotros mismos,
sino con Él Jesús vivo, manifestado con el Espíritu Santo.
Así como caminó hacia la barca, así camina hacia nosotros sí le invocamos,
así cómo los apóstoles clamaron a Él, así podrá venir a nosotros; sólo hay que
limpiar el establo de las suciedades que hay allí, arreglar un buen pesebre y
prepararse para darle vida en nuestras vidas; porque recibir a Cristo no
podemos, porque ya lo recibimos en el sacramento de la Confirmación.
Mirad
que Él Señor no es exigente, si vino al mundo en un pesebre, entonces no
busquemos el traje de gala para qué el venga, solamente se conforma con la
disposición.
Amén.
(viernes, en adoración de tú Santa Muerte en la Cruz, dandote gracias ¡oh Señor Supremo! por la misericordia infinita que brotó de tu costado al ser perforado por la lanza de San Cornelio, a él le sanaste sus ojos y a nosotros nos inundas con tu bondad y amor.)
(viernes, en adoración de tú Santa Muerte en la Cruz, dandote gracias ¡oh Señor Supremo! por la misericordia infinita que brotó de tu costado al ser perforado por la lanza de San Cornelio, a él le sanaste sus ojos y a nosotros nos inundas con tu bondad y amor.)
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