BAJO LAS APARIENCIAS DE BIEN EL
DEMONIO TIENTA COMO ÁNGEL DE LUZ
R. P. Basilio Méramo
http://www.catolicosalerta.com.ar/misa/motu-proprio00.html
Las Sagradas Escrituras
nos advierten que satanás muchas veces bajo aspecto de ángel de luz (bien aparentemente)
seduce a los fieles buscando como un león rugiente a nuestro alrededor viendo a
quien puede devorar por lo cual San Pedro nos exhorta a siempre vigilar.
Pues bien muchos (quizás la gran mayoría) de
los defensores de la Tradición y de la Santa Misa de siempre, han visto en el
Motu Proprio de Benedicto XVI un bien al afirmar (reconocer) que la Misa
Tridentina o de San Pío X, nunca fue abrogada, y esto abre un horizonte de
perspectivas de grandes esperanzas que desembocan en un optimismo halagador
cual rocío al ávido y sediento terreno en un esperanzado reverdecer.
Pero si nos fijamos
desapasionada y atentamente a la luz de la fe, nos percatamos del espejismo que
nos presenta una volátil realidad que se esfuma y desvanece ante nuestros ojos.
No podía ser mejor, ni mas perspicaz el proponer un
laudable reconocimiento conforme a la verdad que los tradicionales y Monseñor
Lefebvre siempre afirmaron: que la Misa Tradicional nunca fue abolida de
derecho aunque sí suprimida de hecho de modo abusivo y autoritario.
El sutil e inteligente reconocimiento de parte de
Benedicto XVI afirmando que la Misa Antigua nunca fue abolida, a simple vista suena
a triunfo, pero en realidad es el medio más audaz y efectivo para lograr su
profundo y más querido anhelo de acuerdo a su óptica modernista, lo más
entrañable cual ángel de luz bajo apariencia de bien, que muchos progresistas
no han sabido calibrar y apreciar en su fanático deambular.
La verdad es que si Benedicto XVI (de aguda
y perspicaz inteligencia) pretende legitimar la Nueva Misa haciéndola pasar
como una expresión fidedigna del rito romano de la Iglesia, no podía seguir
sosteniendo el absurdo de afirmar la abolición de la Misa Antigua que por
simple contexto histórico y dogmático fue a todas luces la expresión del rito
romano, históricamente no se podía cómo él mismo lo afirma en su propia
biografía una
ruptura cismática como hasta ahora se venía haciendo, había que deshacer el entuerto; he aquí sus propias
palabras: El segundo gran evento al comienzo de mis años de Ratisbona fue la
publicación del misal de Pablo VI, con la prohibición casi completa del misal precedente. Pero
yo estaba perplejo ante la prohibición del misal antiguo, porque algo semejante no había
ocurrido jamás en la historia de la liturgia. No se puede, por tanto, hablar de
hecho de una prohibición de los anteriores y hasta entonces legítimamente
válidos misales. Ahora por el contrario, la
promulgación de la prohibición del Misal que se había desarrollado a lo largo
de los siglos desde el tiempo de los sacramentales de la Iglesia antigua,
comportó una ruptura en la historia de la liturgia cuyas consecuencias sólo
podían ser trágicas? (Joseph Ratzinger, Mi Vida, ed. Encuentro Madrid 2005 pp.
148-149).
Con esto se ve
claramente como para el Cardenal Ratzinger, desde entonces esto era una ruptura
que históricamente no se podía sostener en pie y había que resolver el
problema, máxime aún si con sibilina astucia y sagacidad su cometido era
mostrar que la Nueva Misa es legítima continuación y expresión del rito romano
de la Iglesia, no se podía permitir el estúpido lujo de una trágica ruptura, ni
al menor de sus visos. Su ecumenismo inteligentemente dialéctico no se lo
permitía, pues si él pretende hacer pasar la Nueva Misa como legítimamente
romana, como su legítima expresión, cual una cara de la misma moneda, no podía,
ni puede seguirse afirmando que la otra cara de la misma moneda (la Misa Tridentina) no lo es. Si ambas misas son la expresión de un mismo rito romano, es
evidente que no se puede continuar con el estulto y tonto argumento de decir
que la Misa antigua estaba prohibida o abolida, máxime si se quiere hacer pasar a la
Nueva
Misa (bastarda y protestantizante según el calificativo de Monseñor Lefebvre)
como
legítima expresión del rito romano igual que la Misa Antigua históricamente (y
además dogmáticamente) lo fue.
No se puede tolerar
además en su cometido de amalgama (coagula) dialéctico ecuménico dejar el menor
viso de ruptura (o
cisma litúrgico histórico) que impida su síntesis dialéctica.
Por esto el Cardenal Ratzinger se permite afirmar: Para la vida de
la Iglesia es dramáticamente urgente una renovación de la conciencia litúrgica,
una reconciliación litúrgica que vuelva a reconocer la unidad de la historia de la liturgia y comprenda el
Vaticano II no como ruptura, sino como
momento evolutivo.? (Ibid. p. 150).
Queda manifiesto así,
cuál es el verdadero motivo del reconocimiento de la no abolición de la Misa
Tridentina, es el famoso paso atrás para dar dos pasos más largos y profundos
hacia adelante, lo contrario, se trata de consolidar y legitimar la Nueva Misa
y el Concilio Vaticano II, sin rupturas trágicas o dramáticas sino de suave y
dulce evolución.
Lo que se pretende es
mostrar con suavidad y firmeza que tanto la Nueva Misa como el Vaticano II no
constituyen ningún cisma o ruptura litúrgica (ni doctrinaria), sino que son el
fruto de una evolución vital que hay que asumir y aceptar como legítima
expresión de la Iglesia, así la Misa Tridentina por ser la antigua, es
expresión extraordinaria de un legendario pasado, y la Nueva Misa es la
expresión ordinaria de un reluciente presente y vital porvenir.
No se puede ser más sutil, sagaz e inteligente para lograr anular
sin dramas, ni dolor la legítima resistencia del glorioso combate por la
defensa de la Misa de siempre y de la infalible Tradición de la Iglesia
Católica, Apostólica y Romana que el modernismo con un abrazo ecuménico quiere
hacer desaparecer sin rastros de cadáveres malolientes y vergonzosos; la
democracia no lo admite, no lo soporta, no lo tolera, pues únicamente se destruye
lo que dialéctica y diabólicamente se sustituye.
La Misa
Por eso procuró siempre el demonio
abolir en el mundo la Misa por medio de los herejes, constituyéndolos
precursores del anticristo, el cual, ante todo, procurará abolir (y abolirá de
hecho) el Santo Sacrificio del altar en castigo de los pecados de los hombres,
según predijo el profeta Daniel: ‘Y un ejército fue colocado sobre el
sacrificio perpetuo’. (Dan 11, 12)”. (Ejercicio al Clero, San Alfonso María Ligorio)
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