Los que no quieren creer,
tampoco creerán aunque resuciten muertos.
Los que no quieren creer, tampoco creerán
aunque resuciten muertos: eso sucede actualmente con todos los eventos
mundiales, signo de los tiempos, que están
ocurriendo desde hace algunos años y que cada vez se acentúan, cambios climatológicos,
movimiento de placas tectónicas, activación de la cadena volcánica y la modernización
de la Iglesia Católica menospreciando y protestantizando cada vez más el rito
en aras de destruir el centro de nuestra fe y vida que es el Sacramento del
Altar, aceptar la homosexualidad como un genero aceptable disfrazado como
diversidad, cuando es una enfermedad espiritual, el humanismo en lugar del
Cristianismo y otras aberraciones que saldrán como resultado del sínodo y que
golpearan el sacramento del matrimonio. Y aun así, muchos no queremos creer que
debemos prepararnos espiritualmente para lo que se avecina y que solo El Señor
sabe cuando sucederá, y que esa situación nos puede tomar de presto sin aviso
alguno y quizá ya tarde para buscar la armadura espiritual.
San Juan 11:
43 Dicho esto, gritó con fuerte voz: « ¡Lázaro, sal
fuera!»
44 Y salió el muerto, atado de pies y manos con
vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: «Desatadlo y dejadle
andar.»
45 Muchos de los judíos que habían venido a casa de
María, viendo lo que había hecho, creyeron en él.
46 Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y
les contaron lo que había hecho Jesús.
47 Entonces los
sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: « ¿Qué hacemos?
Porque este hombre realiza muchas señales. 48 Si le dejamos que siga así, todos
creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra
nación.»
Lucas 16:
19 «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino,
y celebraba todos los días espléndidas fiestas.
20 Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a
su portal, cubierto de llagas,
21 deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del
rico... pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.
22 Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado
por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado.
23 «Estando en el Hades entre tormentos, levantó los
ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
24 Y, gritando, dijo: “Padre Abraham, ten compasión
de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi
lengua, porque estoy atormentado en esta llama.”
25 Pero Abraham le dijo: “Hijo, recuerda que
recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora,
pues, él es aquí consolado y tú atormentado.
26 Y además, entre nosotros y vosotros se interpone
un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no
puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros.”
27 «Replicó: “Con todo, te ruego, padre, que le
envíes a la casa de mi padre,
28 porque tengo cinco hermanos, para que les dé
testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento.”
29 Díjole Abraham: “Tienen a Moisés y a los
profetas; que les oigan.”
30 El dijo: “No, padre Abraham; sino que si alguno
de entre los muertos va donde ellos, se convertirán.”
31 Le contestó: “Si
no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto
resucite.”»
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