EL RETRATO DE JESÚS: LA CARTA DE LÉNTULO AL CÉSAR.
Fuente: Diario del
Plata, Montevideo, Uruguay, Marzo de 1921.
Como en tantas
ocasiones, nos llega un texto que ha “desaparecido” de los libros católicos y
casi de todas partes. Los “racionalistas” dudan de la autenticidad de este
escrito, pero olvidan los católicos vergonzantes que si les hiciésemos caso, ni
el mismo Jesucristo hubiera existido. Hemos recogido tres versiones que
coinciden en lo sustancial y hacen referencia indudablemente a un texto
original único. Si existió Léntulo o no es cuestión secundaria, pues su
antigüedad es cercana a los primeros siglos y su fondo es veraz. Como siempre
decimos, juzgue el lector y que no sean otros los que decidan por nosotros,
sobre todo tratándose de un texto tan hermoso.
* * *
Parece, pues, oportuno
reproducir un documento publicado en 1933, en el Almanaque de Tierra Santa. Se
trata, al parecer, de una carta de Publio Léntulo, gobernador de Judea, que fue
el antecesor de Poncio Pilatos, traducida de su original en latín, que se
conserva en casa de S. S. Cesarini, en Roma:
"Tengo entendido,
oh, César! (...), hay por aquí un hombre que practica grandes virtudes, y se
llama Jesucristo, a quien las gentes tienen por un gran Profeta y sus
discípulos dicen que es el Hijo de Dios. (...).
"Todos los días se
oyen cosas maravillosas de este Cristo; resucita a los muertos y sana a los
enfermos con una sola palabra. Es un hombre de buena estatura, hermoso rostro y
tanta majestad brilla en su persona que, cuantos le miran, se ven obligados a
amarlo. Sus cabellos son de color de avellana no madura, extendidos hasta las
orejas y, sobre las espaldas, son del color de la tierra, pero muy
resplandecientes. La nariz y los labios no pueden ser tachados de defecto
alguno: la barba es espesa y semejante al cabello, algo corta y partida por en
medio. (...)
"Tiene los ojos
como los rayos del sol, y nadie puede mirarle fijamente al rostro por el
resplandor que despide. (...). Tiene las manos y los brazos muy bellos. Su
conversación agrada mucho, pero se le ve muy poco y, cuando se presenta, es
modestísimo en su aspecto; en fin, es el hombre más bello que se puede ver e
imaginar; muy parecido a su madre, que es la mujer más hermosa que se ha visto
por estas tierras. Si Vuestra Majestad, ¡Oh César!, desea verlo, como me
escribiste en cartas anteriores, dímelo, que no faltará ocasión para enviarlo.
En letras asombra a toda la ciudad de Jerusalén. Él nunca. ha estudiado, pero
sabe todas las ciencias. Muchos se ríen al verlo, pero en su presencia callan y
tiemblan. Dicen que jamás se ha visto ni oído a hombre semejante. (...).
Algunos se me quejan de que es contrario a V. Majestad. Me veo molestado por
estos malignos hebreos.( ...).
"En Jerusalén, (…)
séptima, luna undécima."
* * *
CARTA DE LÉNTULO A
OCTAVIO
(Manuscrito de la
Biblioteca de Madrid)
Léntulo a Octavio,
salud.
En nuestros tiempos ha
aparecido y existe todavía un hombre de gran virtud llamado Jesús Cristo y por
las gentes Profeta de la verdad.
Sus discípulos le
apellidan Hijo de Dios, el cual resucita a los muertos y sana a los enfermos.
Es de estatura alta,
mas sin exceso; gallardo; su rostro venerable inspira amor y temor a los que le
miran; sus cabellos son de color de avellana madura y lasos, o sea lisos, casi
hasta las orejas, pero desde éstas un poco rizados, de color de cera virgen y
muy resplandecientes desde los hombros lisos y sueltos partidos en medio de la
cabeza, según la costumbre de los nazarenos.
La frente es llana y
muy serena, sin la menor arruga en la cara, agraciada por un agradable
sonrosado. En su nariz y boca no hay imperfección alguna.
Tiene la barba poblada,
mas no larga, partida igualmente en medio, del mismo color que el cabello, sin
vello alguno en lo demás del rostro. Su aspecto es sencillo y grave; los ojos
garzos, o sean blancos y azules claros. Es terrible en el reprender, suave y
amable en el amonestar, alegre con gravedad.
Jamás se le ha visto
reir; pero llorar sí.
La conformación de su
cuerpo es sumamente perfecta; sus brazos y manos son muy agradables a la vista.
En su conversación es grave, y por último, es el más singular y modesto entre
los hijos de los hombres.
* * *
CARTA DE LÉNTULO A
OCTAVIO
(Manuscrito de la
Biblioteca de los Lazaristas, de Roma)
Publius Lentulus,
gobernador de Judea, al César romano:
He sabido ¡oh César!
que deseas tener noticias detalladas respecto a ese hombre virtuoso llamado
Jesucristo, a quien el pueblo considera como Profeta, y sus discípulos como
Hijo de Dios y creador del cielo y de la tierra.
El hecho es que todos
los días se oye contar de él cosas maravillosas, sana a los enfermos y resucita
a los muertos. Este hombre es de mediana estatura y su fisonomía se halla
impregnada a la vez de una dulzura y de una dignidad tales, que quien le mira
se siente obligado a amarle y a temerle a un mismo tiempo.
Su cabellera hasta la
altura de las orejas es del color de la nuez madura, y desde ahí hasta los
hombros, de un color claro y brillante, hallándose dividida en dos partes iguales
por una raya, al estilo de los nazarenos. La barba, de un mismo color que la
cabellera, es rizada y partida; sus ojos, severos, tienen el brillo de un rayo
de sol y nadie puede mirarle de frente.
Cuando reprende inspira
temor, pero al poco tiempo las lágrimas asoman a sus pupilas; hasta en sus
rigores es afable y bondadoso. Dícese que jamás se le ha visto reir, y en
cambio llora con frecuencia. Sus manos son bellas como sus brazos. Todos
encuentran su conversación agradable y seductora. Pocas veces se le ve en
público, y cuando aparece, se presenta con singular modestia. Su aire es muy
distinguido y bellas sus facciones; no es extraño, pues su madre es la mujer
más hermosa que se ha visto en este país.
Si quieres conocerle
¡oh César!, según ya me lo han dicho una vez, dímelo y te lo enviaré.
Aun cuando no ha
seguido estudios, conoce todas las ciencias. Anda descalzo y lleva la cabeza
descubierta. Muchos se ríen al verle desde lejos, pero al acercarse a él se
sienten poseídos de respeto y admiración. Los hombres dicen no haber visto
jamás un hombre semejante, ni haber oído una doctrina como la suya. Muchos
creen que es Dios, otros aseguran que es tu enemigo ¡oh César! Dícese que jamás
ha hecho daño a nadie, y que, por el contrario, se esfuerza en hacer feliz a
todo el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario