There is only one Holocaust
Traducción del artículo publicado en NOVUS ORDO WATCH. Tomado de
AMOR DE LA VERDAD
Wojtyla Katz ante el "Paredón"
de Auschwitz (Junio 7 de 1979)
Ahora que la atención
de todos está puesta en el patente turbo-modernismo de Jorge Bergoglio, alias “Francisco”, es importante no
descuidar el mirar hacia atrás a sus cinco predecesores de infeliz memoria, con
el fin de recordar que sus herejías, errores, escándalos y blasfemias son no
menos escandalosos que los suyos, sólo que simplemente están cuidadosamente
envueltos en papel de plata que les da un aspecto de ortodoxia y
de piedad. [http://www.novusordowatch.org/pope-francis.htm]
Hoy nos gustaría
señalar de una blasfemia horrible pronunciada por el [http://www.novusordowatch.org/pope-saint-john-paul-ii.htm]
(Karo Wojtyla). El 7 de junio de 1979, el apóstata polaco fue a visitar el campo de
concentración de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, Auschwitz-Birkenau,
Polonia, lugar en el que el padre Maximiliano
Kolbe perdió voluntariamente su propia vida para salvar la de otro. Allí Juan Pablo II dio una homilía en la que ensalzaba, como verdadero masón, la supuesta grandeza del hombre y de su dignidad,
destacados en marcado contraste frente a los crímenes de guerra cometidos allí.
Se podría escribir muchas páginas criticando los errores de la reflexión de
Wojtyla, pero en este momento nos gustaría centrarnos en una sola blasfemia
espantosa en la que el “Papa” polaco llama al genocidio nazi “Gólgota”, es decir,
el Calvario, del mundo moderno:
Vengo pues y me arrodillo en este Gólgota del mundo contemporáneo, sobre estas tumbas, en gran parte sin
nombre, como la gran tumba del Soldado Desconocido. Me arrodillo delante de
todas las lápidas interminables, en las que se ha grabado la conmemoración de
las víctimas de Oswiecim en las siguientes lenguas: polaco, inglés, búlgaro,
cíngaro, checo, danés, francés, griego, hebreo, yidis, español, flamenco,
serbio-croata, alemán, noruego, ruso, rumano, húngaro, italiano.
En particular, me detengo junto a vosotros, queridos
participantes en este encuentro, ante la lápida con la inscripción en lengua
hebrea. Esta inscripción suscita el recuerdo del pueblo, cuyos hijos e hijas
estaban destinados al exterminio total. Este pueblo tiene su origen en Abraham, que es padre de nuestra fe
(cf. Rom 4, 12), como dijo Pablo de Tarso. Precisamente este pueblo, que ha
recibido de Dios el mandamiento de "no matar", ha probado en sí
mismo, en medida particular, lo que significa matar. A nadie le es lícito pasar
delante de esta lápida con indiferencia.
(Antipapa Juan Pablo II, Homilía en la “Santa Misa” en el
campo de concentración de Brzezinka 7 de junio de 1979; la cursiva dado, el
subrayado es nuestro).
[http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/homilies/1979/documents/hf_jp-ii_hom_19790607_polonia-brzezinka.html]
Está claro que desde la
Segunda Guerra Mundial, el llamado holocausto ha sido utilizado por un
sinnúmero de judíos, “católicos”, protestantes y laicos para suplantar
efectivamente el único verdadero Holocausto, es decir, el sacrificio de Jesucristo
en el Monte Calvario (Gólgota) en el año 33 dC. Muchos han tratado de eclipsar
el delito de Deicidio –el asesinato de Dios (Jesucristo en la Cruz) – el mayor
crimen de la historia humana, para sustituirlo con los crímenes de guerra
nazis. No es casualidad que estas atrocidades se hayan denominado el
Holocausto, que es un término bíblico que describe un tipo particular de
sacrificio religioso:
Como se sugiere por su origen griego (holos “todo”, y
kaustos “quemado”) la palabra designa una ofrenda consumida en su totalidad por
el fuego, en uso entre los judíos y entre algunas naciones paganas de la
antigüedad. Tal como se emplea en la Vulgata, corresponde a dos términos
hebreos: (1) para holah, literalmente: “lo que
sube”, ya sea al altar para ser sacrificado, o al cielo en la llama de
sacrificio; (2) Kalil, literalmente: “todo”, “perfecto”, que, como término de
sacrificio, suele ser sinónimo descriptivo de holah, y denota una ofrenda
consumida en su totalidad en el altar. En cualquier momento y en poder de
quienquiera que se ofrecen, los holocaustos fueron considerados naturalmente como
los más perfectos, debido que la víctima es consumida totalmente, en lo que es
la expresión externa de la reverencia del hombre con Dios. (Enciclopedia
Católica [1910], sv “Holocausto”. Cursivas del original)
Está claro que el
Holocausto de todos los holocaustos es el sacrificio redentor de Jesucristo,
simplemente prefigurado en las ofrendas del Antiguo Testamento, y que es el
único que verdaderamente puede quitar los pecados (véase Heb 9.10; Hebreos
12:24). Este sacrificio fue también el resultado del mayor crimen de toda la
historia humana (cf. Mt 23, 31-35; Jn 10:18; Hechos 3: 12-19), lo que per se
jamás puede ser superado en su malicia, y sin embargo, también, por una
paradoja la Divina Voluntad, es la fuente inagotable de la gracia y el perdón,
la fuente de toda bendición y virtud, de la que hemos de sacar abundantemente
las aguas de la salvación (cf Is 12: 3).
Sin embargo, este único
y divino Holocausto, en el que el Dios-Hombre Jesucristo (cf Is 45: 8) eligió
sacrificarse y consumirse por amor nuestro -lo que lo convirtió en el
sacrificio expiatorio del pecado ,de una víctima impecable, ofrecido al Padre
Eterno, que por ser de valor infinito por su divinidad, redime a la raza humana
a causa de su propia humanidad- ha sido suplantado por los judaizantes de la
Iglesia del Novus Ordo, y en concreto por Juan Pablo II como se cita
anteriormente.
El Holocausto de Dios
ha sido sustituido por el holocausto del hombre, y el Cuerpo Místico de Cristo,
pueblo elegido de la Nueva Alianza, fue igualmente sustituido por la idea de
que los judíos talmúdicos de hoy son el pueblo elegido de Dios, una idea muy
frecuente en nuestros tiempos, especialmente entre los del Novu Ordo y los
evangélicos sionistas. Sin embargo, “es necesario recordar que los católicos
son, mucho más que los judíos, el pueblo elegido de Dios” … (P. Richard F.
Clarke,” El Ministerio de Jesús: Breves Meditaciones sobre la vida pública de
Nuestro Señor “, en Hermosas perlas de la verdad Católica, p. 542).
Llamar a los crímenes
de guerra, no importa lo grandes que sean, un “Gólgota del mundo moderno”, ¡es
una blasfemia impactante! También implica un rechazo del dogma de la Redención.
Es sorprendente que Juan Pablo II, siempre amigo de los judíos talmúdicos,
pudiera pronunciar una blasfemia tan horrible, menos de 14 años después de la
clausura del Concilio Vaticano II, y sólo 21 años después de la muerte del Papa
Pío XII, sin que prácticamente nadie hubiera pestañeado ante ello. Un nuevo
“Gólgota”, uno del hombre moderno, que Juan Pablo II reconoce puesto “de
rodillas”. La indignación desafía toda descripción.
Tenemos que decirle a
Wojtyla y a los que están de acuerdo con él: no hay más que un solo Gólgota, un sólo Calvario,
un sólo Holocausto: el sacrificio de Jesucristo, ante el cual todos deben
arrodillarse (cf. Fil 2:10; Romanos 14:11 ). (cf. Fil 2:10; Romanos 14:11). ¡El
que se arrodilla ante cualquier otro “Gólgota” no puede arrodillarse ante el
Verdadero Gólgota! Nada, absolutamente nada, puede compararse de ningún modo o
acercarse al sacrificio expiatorio por el pecado, de valor infinito, ¡ofrecido
por Jesucristo a la Santísima Trinidad! Considerado como el crimen del hombre
contra Dios, es el peor crimen posible que alguna vez haya sido o pudiera haber
sido cometido, y nunca puede ser superado por cualquier otro delito, no importa
lo atroz que sea, ya sea en su especie o en grado.
Pero Juan Pablo II no
estaba solo en su cuasi-deificación del llamado holocausto nazi . Ya en 1964,
el joven padre Joseph Ratzinger, asesor entonces teológico del Cardenal Josef
Frings en el Concilio Vaticano II, dio un sermón en el que dijo que “después de
dos guerras mundiales, con Auschwitz e Hiroshima, uno no puede por más tiempo
hablar de una “era de salvación”, que comenzó con el nacimiento de Jesucristo
hace dos mil años. Nos informamos sobre esta blasfemia espantosa a principios
de este año, en el siguiente mensaje: En Alemania, la secta del Novus Ordo ha terminado [http://wwwmileschristi.blogspot.com.co/2015/01/la-iglesia-conciliar-alemana-al-borde.html]
Para remachar su
blasfemia contra Cristo, en la homilía del 7 de junio de 1979 Juan Pablo II se
refirió a sí mismo como “el sucesor de Juan XXIII y de Pablo VI”. Sí en efecto,
él era el sucesor de estos dos hombres – pero no el sucesor de San Pedro.
¡Anatema al blasfemo Karol Wojtyla y a los demás herejes y apóstatas
de la falsa Iglesia del Vaticano II!
http://caballerodelainmaculada.blogspot.com/2015/10/auschwitz-el-golgota-del-mundo.html
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