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martes, 3 de febrero de 2015

Inficionarse [Taint]





Inficionarse [Taint]
[Reflexión / Comentario a  Hebreos 12,4-7.11-15.]

Los resentimientos guardaditos, almacenados allá en lo más íntimo de nuestro ser, esos que llevamos palpitantes en nuestros corazones, ya sea por arrogancia porque tengo bienes temporales terrenales y mi estilo de vida es distinto al de otros y ocultando la falta de amor con filantropía que está apareada a las relaciones publicas; o porque soy pobre y víctima del sistema que me obliga a mostrar mi odio cuando hay oportunidad y me turbo al pensar los asesinatos que ocurrieron en tal o cual guerra civil que quedaron “impunes”, o aquel “líder” que luchaba por “nuestra causa” y que fue vilmente asesinado, o recordar lo mucho que les ha costado a nuestros padres el llevar el pan a casa, etc., etc.

Y la paz es un grafiti dibujado en la pared del olvido, esa paz que solo puedo compartir con las personas que amo por vínculos sociales o familiares, pero que no puedo brindar a aquellos que no son de mi preferencia partidaria, o que tienen más que yo o tienen menos que yo, o que mis resentimientos sociales y políticos le hacen zancadilla al Señor Jesús que todos llevamos dentro.

La paz no es un asunto de firmar un papel, con acuerdos y normas de conducta, eso no es paz, eso es espíritu de contradicción, la paz está ligada al amor, si dices tener paz pero en realidad es un disfraz para sobrellevar las relaciones o la vida, entonces no es paz, es una hipócrita y vil mentira, es tolerancia, que no es amor, sino una manera de ocultar el desamor.

14. Procurad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor; menciona el Santo Evangelio, y continúa: 15. Poned cuidado en que nadie se vea privado de la gracia de Dios; en que ninguna raíz amarga retoñe ni os turbe y por ella llegue a inficionarse la comunidad. Basta una simple murmura de alguno de nosotros, ese simple comentario qué disfraza el juzgar a los demás con el ropaje de derechos civiles, derechos laborales, derechos humanos, etc. para enturbiar el corazón de todo un pueblo, un país.

Ahora qué está de moda “lo viral” la envidia, la vanidad y demás aderezos del orgullo también se “viralizan” y la perversión es un estado normal de vida de muchos de nosotros: siempre hay alguien a quien envidiar, siempre hay alguien a quien desear, siempre hay alguien a quien desmerecer, o las deidades creadas por deportes, música, etc., siempre hay alguien a quien o sobre quien verter una “opinión” y con este impráctico ejercicio carnal la condenación es facilísima, y el mundo sigue su marcha y los profesionales más engreídos y confundidos por la ciencia con el corazón duro para asimilar la palabra del Señor porque el conocimiento temporal le quito espacio al verdadero conocimiento, el único conocimiento que debiéramos tener es el basado en el amor.

La santidad no es un estado de no pecar, la santidad es un estado de lucha constante contra las tentaciones, y si no lucho por la santidad pues menos tendré paz, no la paz que da la valium o el estomago haciendo una pesada digestión y causa sueño porque el estomago le ha robado sangre al cerebro para procesar los alimentos [ya que es un musculo] y duermo “tranquilamente”, o la paz que da la situación económica, todo eso es superfluo y tantas situaciones de “paz” que nos engañan . La paz es signo de santidad.

Cuando rezamos el Padre Nuestro, algunos lo hacemos de memoria, sin vivir con el corazón cada frase, esa pequeña oración que nos toma entre 15 y 20 segundos pronunciarla, tiene un clamor particular en una de sus oraciones, que hace referencia a la paz y amor: “perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…” y si fuere verdad que lo decimos considerando un juramento de nuestra parte, pues no existiría tanto conflicto en nuestra sociedad, pero como es un estribillo pronunciado por influencia del momento, pues las cosas seguirán igual o peor que siempre, hasta que alguien en nuestro entierro se le ocurra decir “ya está descansando en paz…” cuando con la muerte inicia el juicio de nuestra vida y quién sabe si descansaremos en paz.

El orgullo del ser humano complica todo, esa manera que tenemos de devolver la ofensa o de guardarla para desquitarnos con quien nos ofendió o con quien se cruce en el camino; actualmente gozamos de problemas en el sistema nervioso, me refiero a la humanidad entera, los alimentos que nos proveen ya sean sintéticos o naturales, incluso el agua, están contaminados y la agresividad con que los humanos vivimos es motivada por la alimentación como por la presión de sobrevivir en este mundo futuro, en este mundo de guerra total, entre países y entre hermanos no es fácil ejercer el Reino de Los Cielos y satanás sin mucho esfuerzo está logrando ganar muchas almas para su infierno porque si ponemos atención a lo que dice El Santo Evangelio [14. Procurad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor] entonces es fácil perder la oportunidad de ser hombres de paz y alcanzar la santidad sin la cual nadie podrá ver al Señor.

Orad, orad y orad; el orgullo se vence con la humildad, pero para ser humildes hay que reconocer que Jesús es Él Señor, Él Rey de Reyes, y que si no perdono no seré perdonado y sino amo a mis contrarios por demasiado amor que prodigue a mis seres queridos no servirá de nada, y el mundo así seguirá, en tanto esperemos con suficiente aceite para que cuando llegue el momento de recibir al Rey las lámparas tengan suficiente para alumbrar el camino. [San Mateo 25:1-13][13. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora.]

La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros [2ª Corintios 13:13].

Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida [San Lucas 1:35]
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida [San Lucas 1:35]
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida [San Lucas 1:35]

Gracias Espíritu Santo


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