El Yo Concupiscente
{Comentario / Reflexión a Hebreos
13,15-17.20-21}
El sacrificio que pide
El Señor es ser caritativos con el prójimo, igual el sacrificio de alabanza a
Jesús Él Señor, ambos son los sacrificios que no requieren ser clavados en una
cruz o sufrir el escarnio que Él sufrió; esta Nueva Alianza nos facilito el
camino al cielo, ya lo dice la palabra {1ª Samuel
15:22} que no desea holocaustos.
La importancia de hacer
el bien no es una simpleza espiritual o un asunto de moral o ética, realmente cuando hacemos el bien estamos
luchando contra los demonios internos que nos obligan la tendencia al mal y los
demonios que nos hacen ir contra del bien; Todos llevamos por dentro trigo y
cizaña, poseemos el Yo Humano, el Yo Divino y el yo maligno {Yo concupiscente}, las corrientes gnósticas desean destruir el Yo Humano a través de prácticas
relacionadas con “la nueva era” a través de “autoestima”, fama, éxito, riqueza,
poder, aventuras, diversión, placer, “libertad”, etc. para que reine el yo
maligno y dada nuestra tendencia a ser sensitivos y confiar más en nuestros
sentidos entonces en la batalla espiritual vence en nuestro interior al Yo
Divino y con ello nos hace amar los bienes terrenales o temporales, nos blinda
la conciencia ante la Palabra,
además de la tendencia al mal nos obliga a rechazar el bien por el mismo
orgullo sustentado por las practicas de la nueva era ya mencionadas, esto
incluye esoterismo, practica del yoga, y diversas practicas de curación por
medio de piedras, perfumes, musicoterapia, etc.
La práctica de hacer el
bien, como un acto de sacrificio y entrega contribuye a derrotar a los demonios
de la autorrealización, estos lo que buscan es a través de la elevación del ego
confundir al ser humano y colocarlo en un plano de superioridad al creador.
Por eso les llama
sacrificio el Apóstol San Pablo, porque al ser buenos tomamos nuestra Cruz y seguimos
al Señor; la muerte por el pecado fue abolida por medio de la
Santa Cruz, entonces cuando nosotros
hacemos sacrificios de caridad derrotamos al pecado, el amor vence al pecado, y
el amor cubre cualquier pecado. {1ª San Pedro
4:8}.
Al ser buenos y obedientes
nos negamos a nosotros mismos {San Mateo
16:24} y le damos paso al Yo Divino, entre el Yo Humano y el Yo Divino se vence
al yo impío; ese yo que es lo que motiva la concupiscencia y que fragua mentes
malignas y corazones perversos en la mayoría de nosotros. Cuando nacemos el
bautismo nos borra el pecado original, pero no nos borra el estigma del pecado,
la tendencia al mal, por eso este espíritu maligno de la soberbia se vence con
la humildad en el servicio al prójimo y la santidad en general.
No es una simpleza de
relaciones sociales esto de ser llamados a ser buenos, se necesita un corazón abierto
a escuchar y comprender para darnos cuenta que esta lucha espiritual es realmente
una lucha contra nosotros mismos, contra nuestros propios demonios y ya qué satanás
es el rey de la soberbia y la mentira pues se ve acorralado con la muerte en
cruz de nuestra ceguera espiritual aceptando esto y resucitando en el ser nuevo
que prodiga amor y humildad.
Ser bondadosos, pero
sin hipocresía, sino esto no es bondad, la entrega es total sin esperar algo a
cambio, esa santidad que no la da el mundo sino que Él Señor, pero todo empieza
por la voluntad de cada cual, ya que al aceptar la cruz de la bondad y el amor,
esa ligera cruz; pondremos nuestro libre albedrio en ese camino angosto {San Mateo 7:13-14} que vencerá al yo maligno, la
tendencia al mal y reinara el Yo Divino en nosotros.
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de
Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros [2ª Corintios 13:13].
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida
[San Lucas 1:35]
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida
[San Lucas 1:35]
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida
[San Lucas 1:35]
Gracias Espíritu Santo
Amén.
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