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viernes, 6 de febrero de 2015

El Yo Concupiscente, {the me, concupiscent}







El Yo Concupiscente
{Comentario / Reflexión a Hebreos 13,15-17.20-21}


El sacrificio que pide El Señor es ser caritativos con el prójimo, igual el sacrificio de alabanza a Jesús Él Señor, ambos son los sacrificios que no requieren ser clavados en una cruz o sufrir el escarnio que Él sufrió; esta Nueva Alianza nos facilito el camino al cielo, ya lo dice la palabra {1ª Samuel 15:22} que no desea holocaustos.

La importancia de hacer el bien no es una simpleza espiritual o un asunto de moral o ética, realmente cuando hacemos el bien estamos luchando contra los demonios internos que nos obligan la tendencia al mal y los demonios que nos hacen ir contra del bien; Todos llevamos por dentro trigo y cizaña, poseemos el Yo Humano, el Yo Divino y el yo maligno {Yo concupiscente}, las corrientes gnósticas desean destruir el Yo Humano a través de prácticas relacionadas con “la nueva era” a través de “autoestima”, fama, éxito, riqueza, poder, aventuras, diversión, placer, “libertad”, etc. para que reine el yo maligno y dada nuestra tendencia a ser sensitivos y confiar más en nuestros sentidos entonces en la batalla espiritual vence en nuestro interior al Yo Divino y con ello nos hace amar los bienes terrenales o temporales, nos blinda la conciencia ante la Palabra, además de la tendencia al mal nos obliga a rechazar el bien por el mismo orgullo sustentado por las practicas de la nueva era ya mencionadas, esto incluye esoterismo, practica del yoga, y diversas practicas de curación por medio de piedras, perfumes, musicoterapia, etc.

La práctica de hacer el bien, como un acto de sacrificio y entrega contribuye a derrotar a los demonios de la autorrealización, estos lo que buscan es a través de la elevación del ego confundir al ser humano y colocarlo en un plano de superioridad al creador.

Por eso les llama sacrificio el Apóstol San Pablo, porque al ser buenos tomamos nuestra Cruz y seguimos al Señor; la muerte por el pecado fue abolida por medio de la Santa Cruz, entonces cuando nosotros hacemos sacrificios de caridad derrotamos al pecado, el amor vence al pecado, y el amor cubre cualquier pecado. {1ª San Pedro 4:8}.

Al ser buenos y obedientes nos negamos a nosotros mismos {San Mateo 16:24} y le damos paso al Yo Divino, entre el Yo Humano y el Yo Divino se vence al yo impío; ese yo que es lo que motiva la concupiscencia y que fragua mentes malignas y corazones perversos en la mayoría de nosotros. Cuando nacemos el bautismo nos borra el pecado original, pero no nos borra el estigma del pecado, la tendencia al mal, por eso este espíritu maligno de la soberbia se vence con la humildad en el servicio al prójimo y la santidad en general.

No es una simpleza de relaciones sociales esto de ser llamados a ser buenos, se necesita un corazón abierto a escuchar y comprender para darnos cuenta que esta lucha espiritual es realmente una lucha contra nosotros mismos, contra nuestros propios demonios y ya qué satanás es el rey de la soberbia y la mentira pues se ve acorralado con la muerte en cruz de nuestra ceguera espiritual aceptando esto y resucitando en el ser nuevo que prodiga amor y humildad.

Ser bondadosos, pero sin hipocresía, sino esto no es bondad, la entrega es total sin esperar algo a cambio, esa santidad que no la da el mundo sino que Él Señor, pero todo empieza por la voluntad de cada cual, ya que al aceptar la cruz de la bondad y el amor, esa ligera cruz; pondremos nuestro libre albedrio en ese camino angosto {San Mateo 7:13-14} que vencerá al yo maligno, la tendencia al mal y reinara el Yo Divino en nosotros.

La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros [2ª Corintios 13:13].

Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida [San Lucas 1:35]
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida [San Lucas 1:35]
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida [San Lucas 1:35]

Gracias Espíritu Santo
Amén.

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