Neo-Lavatorio
El rito del Lavatorio,
es una de las ceremonias litúrgicas de la Semana Santa que tuvo entidad propia
hasta que se incorporó a la Misa de los Santos Oficios del Jueves Santo, la
Misa in Coena Dómini. Antes de la reforma de la Semana Santa llevada a
cabo por Pio XII, el rito del Mandatum
se celebraba a continuación del desnudamiento de los altares, en el presbiterio
o en el coro, la sacristía u otro sitio digno y oportuno.
El rito tuvo una
importantísima consideración, tanto que en la antigüedad y el medievo, algunos
considerábanlo un sacramento, no un sacramental, como después quedó aclarado.
Así, siendo un sacramental, se mantuvo durante siglos como un rito también
practicado por los monjes y monjas en sus conventos. Y también por los laicos:
Los monarcas católicos celebraban el Lavatorio en sus cortes, con un ceremonial
que seguía, simplificado, el prescrito en el Misal. En España, cada Jueves
Santo, el Rey lavaba los pies a doce pobres de Madrid y la Reina a doce
mujeres, con toda la pomposa etiqueta de la Casa Real española; hay un artículo
del viejo Espasa, titulado 'Real Casa', que detalla, entre otros, los ritos del
lavatorio del Jueves Santo en el Palacio Real, ceremonias que se celebraron
hasta el mismísimo 1931, en vísperas de la caída de la monarquía alfonsina. En
la Villa y Corte eran ocasiones muy populares y celebradas por los madrileños,
que se rifaban los canastos de viandas y dulces que regalaban en Palacio a los
pobres escogidos para el lavatorio.
Cuento todo esto para
hacer notar que la presencia de mujeres en el rito del mandatum no es una novedad, porque ya se celebraba, con mujeres y
entre mujeres, en conventos y cortes reales.
Lo novedoso es incorporarlas por decreto (y capricho?)
a la liturgia solemne del Jueves Santo, donde nunca hubo mujeres porque el rito
católico romano, conforme a la tradición original, no admite la actuación de
las mujeres en esos ritos, propiamente litúrgicos.
Dada la impronta sacerdotal que marca muy especialmente las
liturgias del Jueves Santo, la sustitución de los doce sacerdotes, como ha sido
tradición en la liturgia papal, por seglares y ahora con la posibilidad de
incluir algunas mujeres, desvirtúa la espiritualidad sacerdotal reconocible en
tantos pormenores de los ritos de la Feria V
in Coena Domini, lamentablemente.
No existiendo una razón
ni litúrgica, ni pastoral, ni espiritual para esta innovación, la explicación
no puede concluirse simplemente en la ocurrencia, el capricho o el mero prurito
de la novedad por la novedad. Sin entrar en más disquisición podríamos resumir
que parece ser la concesión - una más - a la ideología social de moda, una especie de tasa de corrección
política con vistas a satisfacer la demanda de participación, esa cuota feminil que quizá demande un 50% del Lavatorio,
como un derecho.
Para semejante lógica
de la paridad universal no obsta que expliquemos la mímesis remota de la acción: Los doce varones del lavatorio representan y evocan a los Doce
Apóstoles, varones escogidos por el Señor.
Un comentario más: El decreto del neo-lavatorio francisquista
demuestra que la calamitosa reforma litúrgica vaticanosecundista continua
activa, insaciable en su comisión de estragos.
Con la paradoja, también muy activa, de la merma de fe: A más increencia, más concesiones
al mundo increyente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario