DOMINICOS DE AVRILLÉ:
"DE LA SECTA NEO-MODERNISTA QUE OCUPA LA IGLESIA
CATÓLICA"
Este texto, publicado por los Dominicos de Avrillé, trata
de la dualidad "iglesia conciliar"-Iglesia Católica.
Rebate las dos posturas extremas que existen al respecto
(la de los acuerdistas y la de los "eclesiavacantistas"),
concentrando el mayor esfuerzo en la refutación de la postura de Mons.
Fellay y demás ralliés o acuerdistas. Este texto coincide
plenamente con lo que hemos publicado, hace pocos días, acerca del
"eclesiavacantismo".
Fuente: Le Sel de la Terre, Otoño de 2015.
Nos
ha sido enviado recientemente este documento redactado por un sacerdote.
Analiza bien la situación de la Iglesia tal como nosotros la hemos descrito
varias veces (ver especialmente los editoriales de este número y del
precedente).
Le
Sel de la terre
Cincuenta años después del concilio Vaticano II y la subsecuente reacción del movimiento
tradicionalista ante la crisis de la Iglesia, se pueden distinguir tres
tendencias divergentes sobre la relación a mantener entre la Iglesia Católica y
la iglesia oficial. Es decir, entre el Cuerpo Místico de Nuestro Señor
Jesucristo y los clérigos y fieles apegados a la Jerarquía y a las reformas
posconciliares.
Para algunos, estas son dos Iglesias sustancialmente distintas,
absolutamente separadas, y no se puede pertenecer a las dos al mismo tiempo.
Estas dos Iglesias tienen una fe diferente, ritos diferentes, una legislación
diferente, y es necesario escoger entre una y otra. La lógica lleva también a
ya no rezar públicamente por el papa actualmente reinante, pues es el papa de otra iglesia
que no es -o ya no es- católica.
Para otros, al contrario, la Iglesia oficial, jerárquica,
romana, conciliar no es una iglesia aparte, sino que es verdaderamente la
Iglesia católica real, la única, la verdadera, la visible, la Iglesia de hoy, y
es inadmisible hacer una distinción real entre la iglesia conciliar, oficial, y
la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo. Esta lógica llevará también a pertenecer
oficialmente, visiblemente, canónicamente a esta jerarquía, para asegurarse de
pertenecer a la única Iglesia, católica y apostólica.
Estas dos concepciones, durante un medio siglo de debates entre
tradicionalistas, los han dividido y llevado a formar dos líneas extremas,
etiquetadas comúnmente como “sedevacantistas” y “ralliés”. Nuestro análisis puede
parecer sumario, pero la experiencia lo ha probado: cuando un tradicionalista,
clérigo o laico, ya no hace distinción entre la Iglesia oficial y la Iglesia
católica, termina un día u otro poniéndose al servicio de la primera, y así
abandona el combate de la fe exigido por la segunda en este tiempo de apostasía
inmanente y general.
De hecho, el problema está mal planteado, como si hubiera un
dilema entre sólo dos alternativas. Hay una distinción entre la Iglesia oficial
y la Iglesia católica, y ésta ha sido hecha por todos nuestros antecesores del
combate de la fe después del concilio. Es suficiente con refrescar nuestras
memorias y de recordar estas fórmulas bien conocidas: “La Iglesia ocupada”, “Roma ocupada”. La Iglesia conciliar y
neo-modernista no es por lo tanto ni una Iglesia substancialmente diferente de
la Iglesia Católica, ni absolutamente idéntica, ella misteriosamente tiene de
la una y de la otra, es
un cuerpo extraño que ocupa la Iglesia Católica. Por lo tanto, es necesario distinguirlas sin separarlas.
Dejamos bien en claro: un “cuerpo” y no una “enfermedad”,
“tendencia”, “espíritu”, o “concepción falseada”, como han querido demostrarlo
en DICI n° 273, rechazando por principio el considerar a la iglesia conciliar
como una “sociedad distinta de la otra” (pág. 8). Esta negación podría ser
admitida, tomada rigurosamente, en el sentido, definido más arriba, de una
sociedad absolutamente, sustancialmente diferente de la Iglesia católica. Pero
nos parece peligrosa en su sentido obvio, y en todo caso contraria
a la doctrina de San Pío X,
que calificaba a los modernistas de asociación secreta (clandestinum foedus; Motu proprio del 1-09-1910) que se esconde en
el mismo seno y en el corazón de la Iglesia (sinu
gremioque Ecclesiae; Pascendi, 1907).
Lo que el magisterio enseñó en el origen del modernismo,
nuestros antecesores lo recordaron en términos enérgicos respecto al
neo-modernismo, calificando sus jerarcas de “secta”; y no vemos en qué el
principio habría cambiado en la actualidad… Que se nos permita por lo menos,
incluso si ahora este debate desagrada a algunos en la Tradición, recordar
algunas citas lapidarias:
Mons. Lefebvre: “Es una secta que se ha
apoderado de Roma, de los puestos de mando de la Iglesia” (Conferencia en
Flavigny, diciembre de 1988, Fideliter n° 68, pág. 10).
Padre Tissier de Mallerais: “[…] en
las circunstancias de una Iglesia ocupada por la secta progresista […]”
(Fideliter n° 53, pág. 38, sept. – oct- 1986).
P. Calmel: “[…] organizaciones ocultas de una
falsa Iglesia, de una Iglesia aparente”. (Itinéraires n° 123, pág. 174, de mayo
de 1968); “Iglesia aparente en el seno mismo de la Iglesia verdadera […]”
(Itinéraires n° 106, pág. 178, de sept. De 1966).
P. Marcille: “[…] la secta en el poder en la
Iglesia […] la secta conciliar en favor del poder que ella ocupa […]”
(Fideliter n° 96, págs.. 67 y 71, nov.-dic. de 1993).
Marcel de Corte: “Es la parte que se impone al
todo, la secta que se erige en la Iglesia una, santa, católica, apostólica y
romana. Por el momento, la parte que permanece en el todo, al que corrompe poco
a poco” (Itinéraires n° 131, pág. 266, de marzo de 1969).
Jean Madiran: “[…] la secta instalada en la
Iglesia […]” (Itinéraires n° 137, pág. 28, de nov. De 1969).
Henri Rambaud: “[…] la secta, pequeña en
número comparada con el conjunto de la grey, pero instalada en los puestos de
mando […]” (Itinéraires n° 143, pág. 111, mayo de 1970).
Resumamos con el P. Berto: Jacques Maritain, en 1966, habló de la “fiebre” neomodernista. Pero no hay que olvidar que
este ser de razón se concretiza en los hombres: los neomodernistas que jamás se confesarán como tales, que
permanecerán a cualquier precio en el interior de la Iglesia, para “hacerle
sufrir desde dentro una mutación substancial que no dejará de
Iglesia más que el nombre
[…]; ellos constituyen en la Iglesia una asociación secreta de asesinos de la
Iglesia” (Itinéraires n° 112, pág. 69. Abril de 1967).
En 1964, en pleno concilio, Jean Madiran escribió un artículo
especial titulado: “La sociedad secreta del modernismo” en Itinéraires. Cincuenta años
después, su diagnóstico sigue vigente:
Una sociedad secreta que logró
sobrevivir cuando se la combatió, ¿no va a prosperar cuando ya no se la
combate? Después de la muerte de San Pío X, se ocuparon de otra cosa,
comprendido el modernismo
doctrinal, jurídico, social;
pero ya no se ocuparon de la sociedad secreta instalada en el seno de la Iglesia. La consecuencia de tal omisión es
que la sociedad secreta ha reforzado su instalación, multiplicado sus
progresos, desarrollado su poder; su poder oculto se hizo mucho más grande; se
hizo mucho más fuerte para hacer avanzar a sus adeptos, para liquidar a sus adversarios,
y para impedir que se hable de ella: imponer el silencio público sobre sí misma
es el objetivo común de todas las sociedades secretas. (Itinéraires n° 82,
abril de 1964, pág. 100).
Reducir a la Iglesia conciliar y neo-modernista a un concepto, una tendencia, un espíritu; negándole el estatus de secta, de sociedad, de
asociación (Ecclesia = asamblea en griego), donde ella debe necesariamente
encarnarse y para lo cual, de hecho ella actúa concreta y eficazmente; es despreciar las lecciones de
San Pío X y nuestros predecesores en la Tradición. No es solamente un error
teórico, sino que también tiene sus consecuencias prácticas: una predisposición
de los espíritus a identificar pura y simplemente a la Iglesia Católica, de la
cual todos nosotros decimos formar parte, y la jerarquía oficial y visible que la ocupa y la dirige desde
hace décadas, a la cual nosotros (todavía) no formamos parte. Situación
“anormal” que conviene regularizar de una o de otra manera.
Citemos algunas frases significativas de Mons. Fellay: “El
hecho de ir a Roma no quiere decir que estemos de acuerdo con ellos. Pero es la
Iglesia. Y es la verdadera Iglesia” (Sermón en Flavigny, el 2-09-2012,
Nouvelles de Chrétienté n° 137, pág. 20).
“La Iglesia de Cristo
está presente y actúa como tal, es decir, como única arca de salvación;
solamente donde está el vicario de Cristo” (Carta a los amigos y benefactores, 13-04-2014).
“La Iglesia oficial es
la Iglesia visible, es la Iglesia católica y punto” (Sermón en el seminario de La
Reja, 20-12-2014).
A comparar con lo que dijo Mons. Lefebvre a nuestros sacerdotes
reunidos en Ecône, el 9 de septiembre de 1988:
“Pero
este último tiempo, se nos ha dicho que era necesario que la Tradición entrase
en la Iglesia visible. Pienso que se comete allí un error muy, muy grave. […]
equivocándose al asimilar la Iglesia oficial a la Iglesia visible. Nosotros
pertenecemos bien a la Iglesia visible, a la sociedad de fieles bajo la
autoridad del Papa, ya que no rechazamos la
autoridad del Papa, sino lo que él hace…
¿Salir, por lo tanto, de la Iglesia oficial? En cierta medida, ¡sí!,
evidentemente. Todo el libro del señor Madiran La herejía del siglo XX, es la
historia de la herejía de los obispos. Por lo
tanto hay que salir de este entorno de los obispos si no queremos perder el
alma” (Fideliter n° 66, nov-dic de 1988, pág, 27).
Conclusión: con
San Pío X, conservemos siempre en el espíritu que los neo-modernistas forman
una secta que jamás quiso abandonar la Iglesia, que la ha subvertido desde el
interior, y que ellos son los peores enemigos de Ella, verdaderos lobos
vestidos con piel de oveja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario