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lunes, 12 de enero de 2015

¿Quiénes somos? Comentario a Hebreos 2, del 5 al 11





¿Quiénes somos?
Comentario a  Hebreos 2, del 5 al 11

Somos el centro de la creación, hechos a imagen y semejanza de Dios, semejanza dice la palabra, somos los tiernos infantes que en su carrera en la vida nos comportamos con la inmadurez propia de un terrestre, no importa la edad que tengamos, si somos unos bebes o somos maduros, siempre en la conducta y ante los ojos de Dios no dejaremos de ser párvulos en lo relativo a la vida espiritual.

La calidad espiritual la perdimos cuando San Adán y Santa Eva fueron expulsados del paraíso y a partir de ahí volver a ganar la vida celestial ha sido y será el punto de la vida del ser humano. Ya lo menciona el salmo 126:

2Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

Somos estos párvulos que nos cuesta entender que la oración es el vínculo para establecer comunicación con Él Señor, y para ser amigo de Él necesitamos cumplir su palabra, por fe y por acción.

Quién es el hombre para que se acuerde de él, menciona San Pablo en la carta a los Hebreos; somos los que tenemos caridad pero no todo el tiempo, los que la aflicción nos permite estar en estado de adoración suplicante pero no todo el tiempo, superada la prueba volvemos al “modo” vida feliz, somos los que creemos en Él Señor, pero con las limitaciones del cerebro humano, somos los que nos imaginamos el cielo pero con un parámetro de gozo terrestre y no del gozo celestial.

Somos los hijos de Dios, ese Dios que es viviente, perfecto, amoroso y paciente. El Dios que vino a la tierra para sentir lo qué es ser humano y para demostrarnos que así como el sobrevivió a las tentaciones en el desierto, así también podemos nosotros sobrevivir a las tentaciones que a cada momento nos somete este mundo en estos últimos tiempos. Ese Dios, Él que cuando nos dirige su mirada lo hace con ternura y no amenazante ni vengativo, sino misericordioso y paciente.

El hombre es el motivo de que satanás este suelto en la tierra, en su envidia y orgullo pretende quitarnos el derecho de ir a la vida eterna, a la iglesia triunfante, porque en su odio hacia Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo con cada alma que gana para el infierno pretende probarle al Señor que es inútil que nos ame tanto porque nuestra naturaleza es débil como la de el mismo. El padre de la mentira y el engaño logra ganar muchas almas, pero también se salvan otras, porque la santidad cuando se gana en el amor a Dios es un escudo protector de las tentaciones, y en la invocación de la mujer que le pateo la cabeza a la serpiente, el mentiroso y engañador sale corriendo a buscar refugio en las llamas de su hogar. Invoquemos el Santísimo Nombre de La Reina de Ángeles y Santos, la Madre de Dios, y es suficiente para que la tentación se marche y satanás huya vencido y humillado.

El hombre es la criatura por la que en el sometimiento a la  humillación, sin motivo, por parte de los dueños del mundo, la carne, la sangre y el agua se transforman en la salvación de esta criatura y santifica al que cree en Él.

En un sentido materialista dialéctico el hombre es muchas cosas, pero en un único y valedero sentido espiritual es el motivo por el qué Él Señor deja noventa y nueve justos para ir en búsqueda de uno sólo que esta extraviado, sea prostituta, narcotraficante, pandillero, infiel, homosexual, lesbiana, mentiroso, avaro, la peor inmundicia, pero su amor es tal que no ve el pecado sino al pecador y se lo hecha al hombre y lo trae de regreso al redil para la gloria de Dios padre.

Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.

Amén.

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