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miércoles, 4 de febrero de 2015

Fomes peccati [fomes]





El “Fomes peccati” [fomes]


…Contra esto procede la contienda de la parte inferior y sensitiva, que con el fomes peccati inclina a los objetos sensibles y mueve a la concupiscible e irascible, para que turbando la razón arrastren a la voluntad ciega para abrazar la libertad del deleite. Y el demonio con fascinaciones y falsas e inicuas fabulaciones oscurece el sentido interior y oculta el mortal veneno de lo deleitable transitorio (Sab., 4, 12). Mas no luego desampara el Altísimo a sus criaturas, antes renueva sus misericordias y auxilios, con que de nuevo la revoca y llama; y si responde a las primeras vocaciones, añade otros mayores, según su equidad; y a la correspondencia los va acrecentando y multiplicando; y en premio de que el alma se venció, se le van atenuando las fuerzas a sus pasiones y al fomes, y se aligera más el espíritu para que pueda levantarse a lo alto y hacerse muy superior a sus inclinaciones y al demonio.
Mistica Ciudad de Dios Pag. 1434… (411+
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El “Fomes peccati” es la expresión en latín con la cual el Concilio de Trento se refiere al reato, a la mancha, al estigma, al remanente, al reducto, a la herida dejada por el pecado original, lo cual nos hace proclives al mal, lo cual también se denomina “concupiscencia”. Dice el santo y Real Magisterio de la santa Iglesia:

“No fue Dios quien hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes… por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo: Como consecuencia del pecado original, la naturaleza humana quedó debilitada en sus fuerzas, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al dominio de la muerte, e inclinada al pecado” (CEC 413, 418).

Es muy importante saber que estamos inclinados al mal y que esto se debe a causa del pecado original. Continúa el Magisterio:

“La Iglesia ha enseñado siempre que la inmensa miseria que oprime a los hombres y su inclinación al mal y a la muerte no son comprensibles sin su conexión con el pecado de Adán y con el hecho de que nos ha transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y que es ‘muerte del alma’ (Cc. de Trento: DS 1512)” (CEC 403).

“La doctrina sobre el pecado original -vinculada a la de la Redención de Cristo- proporciona una mirada de discernimiento lúcido sobre la situación del hombre y de su obrar en el mundo. Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre. El pecado original entraña „la servidumbre bajo el poder del que poseía el imperio de la muerte, es decir, del diablo (Cc. de Trento: DS 1511, cf. Hb 2,14).

Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social (cf. CA 25) y de las costumbres” (CEC 407).

Sabemos que el santo Bautismo quita el pecado original, pero no borra el “fomes peccati”, o sea no quita la inclinación al mal. El Bautismo revive y limpia al alma, pero el hombre deberá luchar contra sus inclinaciones a fin de practicar el bien y lograr su unidad interior:

“La Iglesia ha recibido las llaves del Reino de los cielos, a fin de que se realice en ella la remisión de los pecados por la sangre de Cristo y la acción del Espíritu Santo. En esta Iglesia es donde revive el alma, que estaba muerta por los pecados, a fin de vivir con Cristo, cuya gracia nos ha salvado (San Agustín, serm. 214, 11)” (CEC 981).

Todo esto tiene un propósito divino: Dios nos libra del mal, pero es necesaria nuestra colaboración y nuestro esfuerzo, a fin de que hagamos conciencia de lo que éramos antes del pecado original, lo que somos  ahora y lo que seremos según la promesa divina. Y para que considerando lo terrible del pecado nos demos cuenta de lo que costó a Dios nuestra libertad; y, además, para que sepamos la calidad y la magnitud de su inefable amor.

Pero el mundo entero está sometido por el maligno. Y los que están en la santa Iglesia y le son fieles, aun renovados, deben luchar contra sus inclinaciones, las cuales pueden gobernar su ser si no permanecen en vigilancia constante y en oración. El fomes peccati es parte de la constitución humana después del pecado original, de aquí que la lucha principal para el ser humano deba ser contra sí mismo.



“Esta situación dramática del mundo que „todo entero yace en poder del maligno (1 Jn 5,19; cf. 1 P 5,8), hace de la vida del hombre un combate: A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo (GS 37,2)” (CEC 409).

2. Pero, ¿qué es esa inclinación al pecado? En realidad es una fuerza psíquica muy poderosa que nos inclina a pecar. Y es poderosa no solo por su fuerza sino por la manera furtiva y hasta imperceptible como se impone en nuestras maneras de pensar, sentir, desear y actuar.
Esta fuerza psíquica, sustentada, instigada y complementada por las sugestiones del demonio, del mundo y de la carne, adquiere casi el grado de una entidad independiente en nuestro interior con su propia inteligencia y voluntad. Y consigue imponer tanto su condición que se llega a adueñar casi por completo del ser humano y lo hace un títere de sus intereses malignos.

El hombre solo con sus propias fuerzas físicas, morales y espirituales, es impotente ante el poder de dicha inclinación maligna. Esta es una de las razones principales por las cuales el Hijo de Dios vino al mundo (cf. Rm 8, 3), para que encarnándose en una humanidad, le diera al todo humano la capacidad y la posibilidad de liberarse del mal, con esfuerzos compartidos entre la gracia de Cristo y la voluntad humana.

Si el hombre no se da cuenta de las artimañas y el impulso que utilizan estas fuerzas negativas, emparentadas con el mal, y desde que es niño no se tratan de contrarrestar -y además no hace crecer las fuerzas positivas del bien-; entonces crecerá en un engaño, dominado por la creencia de que es un ser libre, y que hace lo que quiere, no tomando en cuenta el orden y la existencia de Dios: crece desacralizado.

Quienes tratan de educar correctamente al hombre desde niño, le hacen ver que hay en sí mismo un “angelito” a favor de Dios y un “diablito” en contra de Dios, indicándole que deben esforzarse por obedecer al primero e ignorar al segundo.

Un poco más elaborada es la concepción que hace ver que el “fomes peccati” son dos inclinaciones malignas que se complementan: una fuerza que inclina al mal, y otra fuerza que se opone al bien. Se pueden resumir ambas en un corazón perverso que busca imponer el mal y una mente maligna que se opone al bien sembrando dudas, confusión y malas recomendaciones.

Pero extendiendo más las producciones del fomes peccati en el hombre se puede decir que generan una mente maligna, un corazón perverso, una razón necia, una sensibilidad desquiciada y un cuerpo enfermo. Y contra todo esto, con la ayuda de Dios, tiene que luchar el hombre, a fin de que las partes afectadas de su ser sean restauradas y renovadas.

Pero si nadie le advierte que en él mismo están estas inclinaciones astutas y poderosas, entonces crece haciéndose unidad con ellas sin darse cuenta que su ser verdadero es diferente: entonces cree que tener malos pensamientos, palabras, sentimientos, deseos y actitudes es lo normal; y, así sigue una vida inconsciente de lo que es su ser y a lo que debe llegar su ser al ser perfeccionado por la gracia de Dios. Crece desacralizado, sin tomar en cuenta a Dios y tiene la falsa percepción de que es libre… hasta que el sufrimiento, la enfermedad, los desequilibrios físicos y psíquicos, y las incapacidades producto de su mala vida, le muestren su equivocación.

Taken from: http://www.fraynelson.net/profiles/blogs/el-fomes-peccati-la

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