MARÍA, MADRE DE CRISTO
Y MADRE DE LOS CRISTIANOS
Beato Guerrico, Sermón 1, en la Asunción de santa María
Un solo hijo dio a luz María, el cual, así como es Hijo único
del Padre celestial, así también es el hijo único de su madre terrena. Y esta
única virgen y madre, que tiene la gloria de haber dado a luz al Hijo único del
Padre, abarca, en su único hijo, a todos los que son miembros del mismo; y no
se avergüenza de llamarse madre de todos aquellos en los que ve formado o sabe
que se va formando Cristo, su hijo.
La antigua Eva, más que madre madrastra, ya que dio a gustar a
sus hijos la muerte antes que la luz del día, aunque fue llamada madre de todos
los que viven, no justificó este apelativo; María, en cambio, realizó
plenamente su significado, ya que ella, como la Iglesia de la que es figura, es
madre de todos los que renacen a la vida. Es, en efecto, madre de aquella Vida
por la que todos viven, pues, al dar a luz esta Vida, regeneró, en cierto modo,
a los que habían de vivir por ella.
Esta santa madre de Cristo, como sabe
que, en virtud de este misterio, es madre de los cristianos, se comporta con
ellos con solicitud y afecto maternal, y en modo alguno trata con dureza a sus
hijos, como si no fuesen ya suyos, ya que sus entrañas, una sola vez
fecundadas, aunque nunca agotadas, no cesan de dar a luz el fruto de piedad.
Si el Apóstol de Cristo no deja de dar a luz a sus hijos, con su
solicitud y deseo piadoso, hasta que Cristo tome forma en ellos, ¿cuánto más la
madre de Cristo? Y Pablo los engendró con la predicación de la palabra de
verdad con que fueron regenerados; pero María de un modo mucho más santo y
divino, al engendrar al que es la Palabra en persona. Es, ciertamente, digno de
alabanza el ministerio de la predicación de Pablo; pero es más admirable y
digno de veneración el misterio de la generación de María.
Por eso, vemos cómo sus hijos la reconocen por madre, y así,
llevados por un natural impulso de piedad y de fe, cuando se hallan en alguna
necesidad o peligro, lo primero que hacen es invocar su nombre y buscar refugio
en ella, como el niño que se acoge al regazo de su madre. Por esto, creo que no
es un desatino el aplicar a estos hijos lo que el profeta había prometido: Tus
hijos habitarán en ti; salvando, claro está, el sentido originario que la
Iglesia da a esta profecía.
Y, si ahora habitamos al amparo de la
madre del Altísimo, vivamos a su sombra, como quien está bajo sus alas, y así
después reposaremos en su regazo, hechos partícipes de su gloria. Entonces
resonará unánime la voz de los que se alegran y se congratulan con su madre: Y
cantarán mientras danzan: «Todas mis fuentes están en ti», santa Madre de Dios.
AVE MARIA PURISIMA, SIN PECADO CONCEBIDA
AVE MARIA PURISIMA, SIN PECADO CONCEBIDA
AVE MARIA PURISIMA, SIN PECADO CONCEBIDA
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