EL NACIMIENTO DE LA IGLESIA EN PENTECOSTÉS
Benedicto
XVI, Regina Caeli del 27 de mayo de 2007
Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos hoy la gran fiesta de Pentecostés, en la que la
liturgia nos hace revivir el nacimiento de la Iglesia, tal como lo relata san
Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,1-13). Cincuenta días
después de la Pascua, el Espíritu Santo descendió sobre la comunidad de los
discípulos, que «perseveraban concordes en la oración en común» junto con
«María, la madre de Jesús», y con los doce Apóstoles (cf. Hch 1,14; 2,1). Por
tanto, podemos decir que la Iglesia tuvo su inicio solemne con la venida del
Espíritu Santo.
En ese extraordinario acontecimiento encontramos las notas
esenciales y características de la Iglesia: la Iglesia es una, como la
comunidad de Pentecostés, que estaba unida en oración y era «concorde»: «tenía
un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32). La Iglesia es santa, no por sus
méritos, sino porque, animada por el Espíritu Santo, mantiene fija su mirada en
Cristo, para conformarse a él y a su amor. La Iglesia es católica, porque el
Evangelio está destinado a todos los pueblos y por eso, ya en el comienzo, el
Espíritu Santo hace que hable todas las lenguas. La Iglesia es apostólica,
porque, edificada sobre el fundamento de los Apóstoles, custodia fielmente su
enseñanza a través de la cadena ininterrumpida de la sucesión episcopal.
La Iglesia, además, por su misma naturaleza, es misionera, y
desde el día de Pentecostés el Espíritu Santo no cesa de impulsarla por los
caminos del mundo, hasta los últimos confines de la tierra y hasta el fin de
los tiempos. Esta realidad, que podemos comprobar en todas las épocas, ya está
anticipada en el libro de los Hechos, donde se describe el paso del Evangelio
de los judíos a los paganos, de Jerusalén a Roma. Roma indica el mundo de los
paganos y así todos los pueblos que están fuera del antiguo pueblo de Dios.
Efectivamente, los Hechos concluyen con la llegada del Evangelio a Roma. Por
eso, se puede decir que Roma es el nombre concreto de la catolicidad y de la
misionariedad; expresa la fidelidad a los orígenes, a la Iglesia de todos los
tiempos, a una Iglesia que habla todas las lenguas y sale al encuentro de todas
las culturas.
Queridos hermanos y hermanas, el primer Pentecostés tuvo lugar cuando
María santísima estaba presente en medio de los discípulos en el Cenáculo de
Jerusalén y oraba.
También
hoy nos encomendamos a su intercesión materna, para que el Espíritu Santo venga
con abundancia sobre la Iglesia de nuestro tiempo, llene el corazón de todos
los fieles y encienda en ellos, en nosotros, el fuego de su amor.
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