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viernes, 20 de mayo de 2016

CORPUS CHRISTI: Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote


Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

14 Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; 15 y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; 16 porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.»
17 Y recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: «Tomad esto y repartidlo entre vosotros; 18 porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.»

19 Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» 20 De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros. [San Lucas 22:14-20 versión Biblia de Jerusalén, 1976]

Reflexión
Manny Cornejo

Entender, comprender la bondad inmensa del Señor manifestada en toda su dulzura y amor de estar presente real y verdaderamente en el Sacramento de la Eucaristía, dejando de lado el creer intelectual, sino que creer en esto porque nuestro corazón nos los indica es una manifestación, una gracia del Espíritu Santo. Creer con ingenuidad de niño1 [San Mateo 18:37] de tal modo que nuestros corazones estén dispuestos a aceptar este real hecho de la presencia del Señor en la Hostia Consagrada y si este creer fuese así de corazón,  todo nos seria dado por añadidura2 [San Lucas 12:31]; entonces no necesitaríamos que aparecieran profetas o instrumentos con llamados del cielo a la conversión, para recordarnos lo que ya está escrito en la Santa Doctrina, en la Santa Palabra y en el Catecismo; porque sucede qué para los católicos practicantes de Eucaristía dominical o diaria, el comer el Cuerpo de Cristo nos haría uno solo con Él y nuestros corazones palpitarían al unisonó con el de Él y la gracia y el don de la Santa Sabiduría fluiría por el Espíritu Santo y nuestras conductas serian acorde a lo que establece su Palabra y entonces no habría temores de que ocurra el gran aviso y la tribulación seria más que una angustia un gozo y todas las señales que acompañan estos tiempos postreros ya que quien tiene aceite suficiente en sus lámparas puede recibir al Rey en cualquier momento porque está dispuesto a cruzar el velo con la seguridad de que su gran amor (con la intercesión de su Santísima Madre) nos llevaría a su presencia, ya que la limpieza en nuestros corazones cultivada por la Caridad3 [1 Timoteo 1:5] nos permitiría poder ver el rostro del Señor4 [San Mateo 5:8].

Si comiésemos su Cuerpo con el creer sensorial, con nuestra alma y espíritu, todas nuestras acciones, pensamientos, deseos y aspiraciones fueren santas, porque en esa Encarnación del Señor en nosotros a través del Sacramento de la Eucaristía nos pondría en línea de vida con Él; y ese encuentro personal con Él Señor sucedería cada vez que comemos de ese pan y bebemos de ese cáliz, morando en nuestros corazones libres de cualquier pecado mortal porque antes hemos recurrido al Sacramento de la Reconciliación5 [San Mateo 6:12, 14-15], a la penitencia y a la oración constante y continua6 [San Lucas 22:46]   suplicando por nosotros y por los otros.

La Luz que nos saca de las tinieblas es El Verbo, y participar dignamente en el Santo y Cruento Sacrificio de la Misa, con la piedad y devoción que merece el encontrarnos con El Rey7 [San Juan 18:37] es suficiente para tener la Esperanza firme y un deseo ardiente del Cielo nuestra querida patria.

La Fe es un ejercicio y vivir la tribulación que vive el que lucha por la conversión en este mundo temporal es necesario pasarlas para entrar en el Reino de Los Cielos; comer el Cuerpo del Señor con plena Fe de que es su verdadera sangre y carne nos ayuda en el combate espiritual.

Dispongámonos pues a participar del Santo Sacrificio de la Misa dignamente y prepararnos apropiadamente para recibir el Cuerpo de Cristo, para que estos pesebres indignos de recibir al Rey de Reyes en lugar de servirnos de condenación8 [1 Corintios 11:27] nos sea de provecho para alcanzar la vida eterna9 [San Juan 6: 53-58].

Rezad a diario el Santo Rosario.

AVE MARIA PURISIMA, SIN PECADO CONCEBIDA
AVE MARIA PURISIMA, SIN PECADO CONCEBIDA
AVE MARIA PURISIMA, SIN PECADO CONCEBIDA
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Rereferencias de la Santa Biblia:

1.- San Mateo 18:3 y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos.

2.-  San Lucas 12:31 Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por añadidura.

3.- 1Timoeto 1:5 El fin de este mandato es la caridad que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera.

4.- San Mateo 5:8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

5.- San Mateo 6:12, 14-15  y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; 14 «Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.   

6.- San Lucas 22:46 y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación.»

7.- San Juan 18:37 Entonces Pilato le dijo: « ¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»

8.- 1 Corintios 11:27 Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor.

9.- San Juan 6:53-58 Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.
Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»


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