LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Benedicto
XVI, Ángelus del 11 de junio de 2006
Queridos hermanos y hermanas:
Gracias al Espíritu Santo, que ayuda a comprender las
palabras de Jesús y guía a la verdad completa (cf. Jn 14,26; 16,13), los
creyentes pueden conocer, por decirlo así, la intimidad de Dios mismo,
descubriendo que Él no
es soledad infinita, sino comunión de luz y de amor, vida dada y recibida en un
diálogo eterno entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo, como dice san
Agustín, Amante, Amado y Amor.
En este mundo nadie puede ver a Dios, pero él mismo se dio
a conocer de modo que, con el apóstol san Juan, podemos afirmar: «Dios
es amor» (1 Jn 4,8.16), «hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos
creído en él» (cf. 1 Jn 4,16). Quien se encuentra con Cristo y entra en una relación de
amistad con él, acoge en su alma la misma comunión trinitaria, según la promesa
de Jesús a los discípulos: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre
lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23).
Todo el universo, para quien tiene
fe, habla de Dios uno y trino. Desde los espacios interestelares hasta las
partículas microscópicas, todo lo que existe remite a un Ser que se comunica en
la multiplicidad y variedad de los elementos, como en una inmensa sinfonía.
Todos los seres están ordenados según un dinamismo armonioso, que
analógicamente podemos llamar «amor».
Pero
sólo en la persona humana, libre y racional, este dinamismo llega a ser
espiritual, llega a ser amor responsable, como respuesta a Dios y al prójimo en
una entrega sincera de sí. En este amor, el ser humano encuentra su verdad y su felicidad.
Entre las diversas analogías del misterio inefable de Dios uno y trino que los
creyentes pueden vislumbrar, quisiera citar la de la familia, la cual está
llamada a ser una comunidad de amor y de vida, en la que la diversidad debe
contribuir a formar una «parábola de comunión».
Obra maestra de la santísima Trinidad es, entre todas
las criaturas, la Virgen María: en su corazón humilde y lleno de fe, Dios se
preparó una morada digna para realizar el misterio de la salvación. El
Amor divino encontró en ella una correspondencia perfecta, y en su seno el Hijo
unigénito se hizo hombre. Con confianza filial dirijámonos a María, para que,
con su ayuda, progresemos en el amor y hagamos de nuestra vida un canto de
alabanza al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo.
* * *
Tomado de:
http://www.franciscanos.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario