El próximo sínodo ya está en
construcción. Sobre los sacerdotes casados
“A mediados de febrero el papa Francisco irá a Chiapas, donde
centenares de diáconos con esposas presionan para ser ordenados sacerdotes.
También en el Amazonas el punto de inflexión parece próximo. Estaba todo
escrito en la agenda del cardenal Martini”
Sandro Magister, entrevistado por Goffredo Pistelli
L’espresso
9 de Diciembre de 2015
Mientras
se espera el pronunciamiento del papa Francisco respecto a la comunión a los
divorciados que se han vuelto a casar, sobre lo cual han discutido dos sínodos
y se han dividido, ya se vislumbra cuál será el tema de la próxima sesión
sinodal: los sacerdotes que se han vuelto a casar.
La
elección del tema le pertenece al Papa, como sucedió con los sínodos pasados y
como acontecerá con el próximo, independientemente de lo que también propongan
los quince cardenales y obispos del consejo que hace de puente entre una sesión
y otra.
Que los
sacerdotes casados serán el próximo tema de discusión sinodal se deduce a
partir de varios indicios.
El
primer indicio es la evidente voluntad del papa Francisco de llevar a cabo la
agenda dictada en 1999 por el cardenal Carlo Maria Martini, en una intervención
memorable en el sínodo de ese año.
El
entonces arzobispo de Milán, jesuita y líder indiscutido del ala “liberal” de
la jerarquía, dijo haber “tenido un sueño”: el de una Iglesia capaz de ponerse
en estado sinodal permanente, con un “debate colegiado y autorizado entre todos
los obispos sobre algunos temas centrales”.
He aquí
los “temas centrales” enumerados por él:
“La
falta de ministros ordenados, el rol de la mujer en la sociedad y en la
Iglesia, la disciplina del matrimonio, la visión católica de la sexualidad, la
práctica penitencial, las relaciones con las Iglesias hermanas de la ortodoxia
y más en general la necesidad de revivir la esperanza ecuménica, la relación
entre democracia y valores y la relación entre leyes civiles y ley moral”.
De la
agenda martiniama, los dos sínodos convocados hasta ahora por el papa Francisco
han discutido precisamente “la disciplina del matrimonio” y en parte “la visión
católica de la sexualidad”.
Nada
prohibe, entonces, que el “tema central” del próximo sínodo pueda ser el que
Martini puso encabezando a todos los demás: “la falta de ministros ordenados”.
La
falta de sacerdotes – que en la Iglesia Católica latina son normalmente
célibes– se siente particularmente en algunas regiones del mundo, sobre todo en
América latina.
Hace un
año, el obispo Erwin Kräutler, austríaco de nacimiento y titular en Brasil de
la prelatura de Xingu, con solo 25 sacerdotes en un territorio más grande que
Italia y, e consecuencia, con la posibilidad de celebrar la Misa y los
sacramentos sólo dos o tres veces al año en las localidades más aisladas, se
hizo portador ante el papa Francisco del pedido de muchos obispos como él de
suplir la falta de sacerdotes célibes confiriendo el Orden Sagrado también a
“varones probados”, es decir, a hombres de virtud comprobada y casados.
El
pedido no era nuevo. Y los obispos brasileños – pero no solamente ellos – lo
han lanzado varias veces. El cardenal Cláudio Hummes, de 81 años de edad,
arzobispo emérito de San Pablo y amigo y gran elector de Jorge Mario Bergoglio,
lo propuso también cuando fue prefecto de la Congregación vaticana para el
Clero, desde el 2006 al 2010.
Hoy,
Hummes es presidente de la Comisión para el Amazonas, de la Conferencia
Episcopal de Brasil, y de la Red Pan-Amazónica que reúne a 25 cardenales y
obispos de los países del área, además de representantes indígenas de
diferentes etnias locales. En el ejercicio de este rol declaró el mes pasado en
Radio Vaticana que él se propone “trabajar para que haya una Iglesia indígena,
una Iglesia inmersa en la historia, en la cultura y en la religión de los
indígenas, una Iglesia que tenga como guía a un clero indígena. Ellos tienen
derecho a esto. Son la última periferia que tenemos, la más lejana”.
Esta
vez Hummes no dijo más. Pero se sabe que decir “clero indígena” en este
contexto significa proponer un clero también casado.
Este
año se corrió la voz que el papa Francisco habría escrito al cardenal brasileño
Claudio Hummes una carta en apoyo a una reflexión sobre el celibato
eclesiástico y sobre la ordenación de “varones probados”. El padre Federico
Lombardi ha negado la existencia de esta carta. Pero, agregó, “es verdad que el
Papa invitó en más de una ocasión a los obispos brasileños a buscar y proponer
con valentía las soluciones pastorales que consideren apropiadas para afrontar
los grandes problemas pastorales de su país”.
En otra
área de América latina, en Chiapas, en el sur de México, la presión hacia el
clero casado se concretizó en las décadas pasadas en el ordenamiento de una
cantidad exhorbitante de varios centenares de diáconos indígenas, en una
diócesis tan extensa como la de San Cristóbal de Las Casas, en la que los
sacerdotes son pocas decenas y casi todos ancianos.
La
ordenación en masa de estos diáconos, todos casados, tuvo su culminación en los
cuarenta años de episcopado, desde 1959 al 2000, de Samuel Ruiz García, quien
se hizo célebre por su proximidad al subcomandante Marcos, en el largo
conflicto en Chiapas entre el Ejército Zapatista de Liberación y el gobierno
federal mexicano.
Pero en
el 2000, con la dimisión de Ruiz García, Roma ordenó que se suspendieran las
ordenaciones de otros diáconos. Prohibió la costumbre de llamarlos “diáconos
indígenas”, como si constituyeran una tipología nueva y distinta en los
ministerios de la Iglesia. Ordenó a las esposas que no se hicieran llamar
“diaconisas” ni mucho menos hacer creer que también ellas habían recibido una
ordenación sacramental, a causa de la costumbre de imponer las manos también a
ellas durante el rito de ordenación de los maridos. Reclamó de los diáconos ya
ordenados que declararan públicamente que su ordenación terminaba allí y no constituía
de ninguna manera una etapa hacia una posterior ordenación sacerdotal, como
sacerdotes casados.
Pero
luego de la elevación de Bergoglio al papado, la prohibición fue revocada. En
mayo de 2014 Roma autorizó nuevamente al sucesor de Ruiz García, el obispo
Felipe Arizmendi Esquivel, a retomar las ordenaciones diaconales. El obispo
anunció rápidamente que tenía programado un centenar de ellas.
Entre
tanto, en Roma, el papa Francisco procedía a un profundo recambio de directores
y del personal de la Congregación vaticana para el Clero, en la que se anidaba
la mayor resistencia contra la introducción de un clero casado.
Pero
hay más. Ahora es seguro que Francisco, en su próximo viaje intercontinental,
en la mitad de febrero en México, se detendrá precisamente en Chiapas, en San
Cristóbal de Las Casas.
Al
recibir el pasado 10 de febrero en Santa Marta a doce sacerdotes, de los cuales
cinco dejaron el ministerio porque se casaron, al ser interpelado Francisco
dijo: “El problema está presente en mi agenda”.
Ya hay
alguno que preveé un paso posterior: que Francisco vuelva a poner en discusión
no sólo el celibato del clero, sino también la prohibición de la ordenación
sagrada de las mujeres. Es lo que promueve, por ejemplo, una famosa monja
benedictina estadounidense, Joan Chittister.
Sandro
Magister
[Traducción de José Arturo Quarracino. Artículo original]
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