Sermón de Navidad
Padre Alfonso Gálvez
Día de Navidad
Jn 1: 1-14
Fiesta grande del
nacimiento de Cristo. Fiesta que demuestra la forma radical que tiene Dios para
solucionar los problemas difíciles. Dada la situación del hombre y del mundo,
Dios optó por una solución radical: Dios se hizo hombre como nosotros; igual en
todo menos en el pecado.
Los grandes problemas que sufre nuestra Iglesia de hoy han sido
como consecuencia del debilitamiento de nuestra fe; lo cual nos ha llevado a la
tibieza y a la mediocridad; y de ahí, a la situación actual.
Cristo tiene siempre
una actitud firme: “No
he venido a traer paz sino espada…”; “el que no está conmigo está contra mí”.
Esta fiesta tiene una
importancia transcendental. Estamos en unos momentos en los que hasta la misma jerarquía de la
Iglesia quiere borrar de nuestras mentes y de nuestros corazones a Jesucristo,
su existencia histórica, la virginidad de María, la historicidad de los
Evangelios. Y en cambio se pone en el mismo
nivel a Cristo, Buda y Mahoma; y se nos dice que cualquier religión nos puede
traer la salvación. Si eso es así, entonces ¿para qué Cristo? ¿Para qué su
muerte en cruz? ¿Qué necesidad había de que Cristo naciera? Hemos perdido la
fe.
Si de verdad amáramos a
Jesús. Si su Persona nos sedujera. Si estuviéramos anhelando su venida, hoy nos
alegraríamos grandemente al tenerlo ya entre nosotros.
Jesús nace en Belén, y nace en extrema pobreza para consagrar la
pobreza. Nunca nos podríamos imaginar que ocurriría así. La virtud de la
pobreza no consiste en despreciar las cosas, sino en poner a Dios primero. Fue
San Francisco de Asís, El Poverello, quien cantó a las criaturas y al sol; pero
por encima de ellas, siempre tenía a Dios.
Y nada más nacer, la Sagrada Familia tiene que salir huyendo pues
Herodes persigue al Mesías para matarlo. Embarcarse hacia lo desconocido tiene
sentido cuando se hace por amor.
Cristo nos hizo ver con
su nacimiento el amor que nos tiene; pues de ese modo podía dar su vida por
nosotros. Si el amor entre esposos es grande, el amor divino-humano lo es mucho
más. En el amor conyugal se unen dos formando una sola carne; pero en el amor
divino-humano, se llega a tener la misma vida y sentimientos de Cristo Jesús.
Como decía San Pablo: “Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí”.
Yo le decía al Señor el
otro día: ¡Señor, cuánto siento ser tan pequeño y no poderte amar como tú me
amas! Aunque el Señor me decía a mí: Tu vida es la mía, y la mía la tuya. Tú y
yo nos amamos con el mismo y único amor.
Hoy nos quieren robar
todo esto. Sin Cristo, ¿qué sentido tiene nuestra existencia?
Sobre Padre Alfonso Gálvez:
Nació en 1932. Licenciado en Derecho. Se ordenó de sacerdote
en Murcia en 1956. Entre otros destinos ha estado en Cuenca (Ecuador),
Barquisimeto (Venezuela) y Murcia. Es Fundador de la Sociedad de Jesucristo
Sacerdote, aprobada en 1980. Desde 1982 reside en El Pedregal (Mazarrón-Murcia.
A lo largo de su vida ha alternado las labores pastorales con un importante
trabajo redaccional. Ha publicado Comentarios al Cantar de los Cantares (dos
volúmenes), La Fiesta del hombre y la Fiesta de Dios, La oración, El Amigo
Inoportuno, Apuntes sobre la espiritualidad de la Sociedad de Jesucristo
Sacerdote, Esperando a Don Quijote, Homilías, Siete Cartas a Siete Obispos, El
Invierno Eclesial, Los Cantos Perdidos y El Misterio de la Oración.
Para información adicional visite su web:
ttp://www.alfonsogalvez.com
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