SOBRE LA VIDA ACTIVA Y LA VIDA CONTEMPLATIVA
San Gregorio Magno, Homilías sobre el libro
del profeta Ezequiel (Lib 2, Hom 2, 8-9)
La vida activa consiste en dar pan al hambriento, enseñar la
sabiduría al ignorante, corregir al que yerra, reconducir al soberbio al camino
de la humildad, cuidar al enfermo, proporcionar a cada cual lo que le conviene
y proveer los medios de subsistencia a los que nos han sido confiados.
La vida contemplativa, en cambio, consiste, es verdad, en
mantener con toda el alma la caridad de Dios y del prójimo, pero absteniéndose
de toda actividad exterior y dejándose invadir por solo el deseo del Creador,
de modo que ya no encuentre aliciente en actuar, sino que, descartada cualquier
otra preocupación, el alma arda en deseos de ver el rostro de su Creador, hasta
el punto de que comienza a soportar con hastío el peso de la carne corruptible
y apetecer con todo el dinamismo del deseo unirse a los coros angélicos que
entonan himnos, confundirse entre los ciudadanos del cielo y gozarse en la
presencia de Dios de la eterna incorrupción.
Buen modelo de estos dos tipos de vida fueron aquellas dos
mujeres, a saber, Marta y María, de la cuales una se multiplicaba para dar
abasto con el servicio, mientras la otra, sentada a los pies del Señor,
escuchaba las palabras de su boca. Como Marta se quejase de que su hermana no
se preocupaba de echarle una mano, el Señor le contestó: Marta, Marta: andas
inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido
la parte mejor, y no se la quitarán. Fíjate que no se reprueba la parte de
Marta, pero se alaba la de María. Ni se limita a decir que María ha elegido la
parte buena, sino la parte mejor, para indicar que también la parte de Marta
era buena. Y por qué la parte de María sea la mejor, lo subraya a continuación
diciendo: Y no se la quitarán.
En efecto, la vida activa acaba con la muerte. Pues ¿quién puede
dar pan al hambriento en la patria eterna, en la que nadie tendrá hambre?
¿Quién puede dar de beber al sediento, si nadie tiene sed? ¿Quién puede
enterrar a los muertos, si nadie muere? Por tanto, mientras la vida activa
acaba en este mundo, la vida contemplativa, iniciada aquí, se perfecciona en la
patria celestial, pues el fuego del amor que aquí comienza a arder, a la vista
del Amado, se enardece todavía en su amor.
Así pues, la vida contemplativa no cesará jamás, pues logra
precisamente su perfección al apagarse la luz del mundo actual.
* * *
Tomado de: http://www.franciscanos.org
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