TU SABES QUE YO TE AMO
Confidencias de Jesús a un Sacerdote
[Mensajes de Él Señor a Mons. Ottavio Michelini]
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Edición original en Italiano:
CONFIDENZE DI GESÙ A UN SACERDOTE
Ediciones en Francés:
Confidences de Jésus à ses prêtres et à ses fidèles
© Février 1990 – 3ª Ed. avril 1996 EDITIONS DU PARVIS - CH 1648 HAUTEVILLE
/Suisse.
Ediciones en Castellano:
Ecuador y Colombia:
1ª Edición julio 1980
9ª Edición octubre 1992
España:
1ª Edición enero 1998
2ª Edición junio 2000
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16 de Julio de 1976
Fiesta de la Virgen del Carmen
MI EVANGELIO
Muchos son los cristianos y los sacerdotes que, antes que sacar
agua directamente de mi Evangelio para quitarse sed en las aguas puras y
límpidas de mi Palabra - la mía es Palabra de vida, es
Palabra eterna como eterno soy Yo, es Palabra que no cambia porque es verdadera
y la verdad es inmutable como inmutable soy Yo- prefieren sacar agua de riachuelos contaminados. Haciendo así
dan lugar en lo íntimo de su espíritu a una erosión que los lleva lejos de la
fe, hacia la ruina interior de su corazón.
Los fieles son responsables, pero los consagrados lo son no sólo
personalmente, sino también por todas aquellas almas contagiadas por ellos y a
las que, según el plan de la
Providencia , ellos debían guiar hacia la perfección
cristiana.
Estos llamados no han querido convencerse de que estaba a su
disposición un tesoro de inestimable valor espiritual, un tesoro inigualable de
potencia divina: ¡mi Evangelio!
¿Por qué es esto?
Han cedido a la tentación del Maligno, a los repetidos asaltos
de la antigua Serpiente, y se han dejado prender del lazo del que raramente
logran después desligarse.
Se trata de almas
Es uno de los muchos aspectos negativos de la Pastoral moderna: la
infestación de libros, periódicos, revistas que exhalan veneno de sus páginas.
Muchos sacerdotes han absorbido de ellas el alimento contaminado que ahora
preparan a las almas.
La responsabilidad es gravísima. El mal se está haciendo crónico
y ya está muy avanzado; es una lepra difundida y contagiosa.
Estos cristianos, estos ministros míos ¿ignoran que las fuerzas
del infierno, como olas de un mar siempre en tempestad, no se desaniman nunca,
van y vuelven como las olas que rompen contra el arrecife?
Estos sacerdotes míos ¿ignoran la nobleza de su vocación, prenda
de amor y de predilección? ¿Ignoran la
responsabilidad vinculada con su vocación?
¡Se trata de almas! Está en juego o su salvación eterna o su
perdición irreparable.
Cuestión de justicia
Tú piensas, hijo mío, que ellos me considerarán intransigente.
Diles a mis sacerdotes que no es así.
No se trata de intransigencia mía, sino de anarquía existente en
mi Iglesia. Lo que para vosotros ordinariamente sería un deber realizar con
amor, en tiempos de crisis interior se considera un peso insoportable.
Por lo demás, hijo mío, si mis ministros meditaran el Evangelio,
habrían aprendido una parábola importante, la de los talentos.
Quien recibe cinco debe responder restituyendo diez, quien
recibe dos debe responder restituyendo cuatro. ¡Ay de aquellos que no hacen
fructificar los talentos recibidos!
Pero ¿cuál será la suerte de aquellos que se han servido de los
talentos que han tenido no para cultivar la viña, sino para devastarla con
ingentes daños, muy superiores al capital recibido?
No es por tanto intransigencia, sino cuestión de justicia. Y Yo,
Dios, soy justo, soy la
Justicia perfecta.
¿No piensan muchos sacerdotes míos en el mal incalculable
causado a las almas por la pésima administración de mis Sacramentos, por las
venenosas enseñanzas impartidas en las escuelas, por los malos ejemplos dados
en cada momento?
¡Es terrible! No reflexionan, no meditan mi Palabra, que es
Palabra de Vida.
¡Hijo mío, qué aberrante oscuridad, y cuánta culpabilidad!
Te bendigo, hijo. Reza y repara.
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