EPÍSTOLA DE SAN JUDAS
Sagrada Biblia, Versión Jerusalén
Edición 1976.
Judas 1
1 Judas, siervo de Jesucristo,
hermano de Santiago, a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y
guardados para Jesucristo. 2 A vosotros, misericordia, paz y amor abundantes.
3 Queridos, tenía yo mucho
empeño en escribiros acerca de nuestra común salvación y me he visto en la
necesidad de hacerlo para exhortaros a combatir por la fe que ha sido
transmitida a los santos de una vez para siempre. 4
Porque se han introducido solapadamente algunos que hace tiempo la Escritura señaló ya para
esta sentencia. Son impíos, que conviertan en libertinaje la gracia de nuestro
Dios y niegan al único Dueño y Señor nuestro Jesucristo.
5 Quiero recordaros a vosotros,
que ya habéis aprendido todo esto de una vez para siempre, que el Señor,
habiendo librado al pueblo de la tierra de Egipto, destruyó después a los que
no creyeron; 6 y además que a los ángeles, que no mantuvieron su dignidad,
sino que abandonaron su propia morada, los tiene guardados con ligaduras eternas
bajo tinieblas para el juicio del gran Día.
7 Y lo mismo Sodoma y Gomorra y
las ciudades vecinas, que como ellos fornicaron y se fueron tras una carne
diferente, padeciendo la pena de un fuego eterno, sirven de ejemplo.
8 Igualmente éstos, a pesar de
todo, alucinados en sus delirios, manchan la carne, desprecian al Señorío e
injurian a las Glorias.
9 En cambio el arcángel Miguel,
cuando altercaba con el diablo disputándose el cuerpo de Moisés, no se atrevió
a pronunciar contra él juicio injurioso, sino que dijo: «Que te castigue el
Señor». 10 Pero éstos injurian lo que
ignoran y se corrompen en las cosas que, como animales irracionales, conocen
por instinto. 11 ¡Ay de ellos!, porque se han ido por el camino de Caín, y por
un salario se han abandonado al descarrío de Balaam, y han perecido en la rebelión
de Coré.
12 Estos son una mancha cuando
banquetean desvergonzadamente en vuestros ágapes y se apacientan a sí mismos;
son nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos
veces muertos, arrancados de raíz; 13 son olas salvajes del mar, que
echan la espuma de su propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está
reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre.
14
Henoc, el séptimo después de Adán, profetizó ya sobre ellos:
«Mirad,
el Señor ha venido con sus santas miríadas 15
para realizar el juicio contra todos y dejar convictos a todos
los impíos de todas las obras de impiedad que realizaron y de todas las
palabras duras que hablaron contra él los pecadores impíos.»
16 Estos son unos murmuradores,
descontentos de su suerte, que viven según sus pasiones, cuya boca dice
palabras altisonantes, que adulan por interés.
17 En cambio vosotros, queridos,
acordaos de las predicciones de los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. 18
Ellos os decían: «Al fin de los tiempos aparecerán hombres sarcásticos que
vivirán según sus propias pasiones impías.» 19 Estos son los que crean divisiones, viven una vida sólo natural
sin tener el espíritu.
20 Pero vosotros, queridos, edificándoos
sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, 21 manteneos
en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo
para vida eterna. 22 A unos, a los que vacilan, tratad de convencerlos; 23
a otros, tratad de salvarlos arrancándolos del fuego; y a otros mostradles
misericordia con cautela, odiando incluso la túnica manchada por su carne.
24 Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de
presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, 25
al Dios único, nuestro Salvador, por
medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de
todo tiempo, ahora y por todos los siglos.
Amén.
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