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lunes, 7 de noviembre de 2016

Las Tentaciones -Mensaje de La Santisima Virgen a Agustín del Divino Corazón 27AGO2016






Del Libro:
ALBORES DE SU SEGUNDO ADVENIMIENTO

Revelaciones dadas a un alma
a quien Jesús le llama cariñosamente
Agustín del Divino Corazón.

Capítulo II
LAS TENTACIONES
Orad mucho para que no cedáis a la tentación
Junio 27/08 (6:11 a.m.)

María Santísima dice:

Hijitos míos, orad, orad mucho para que no cedáis a la tentación; tentación que satanás os pone para alejaros del camino que os lleva a Jesús y por ende al cielo.

Tentación que os satura de pensamientos para que os asfixiéis y así os veáis obligados a soltaros a sus caprichos y a sus ruindades.
Tentación que os muestra un mundo camuflado de engaños porque en su corazón sólo hay mentira.
Tentación que absorbe vuestros sentidos, tocando vuestra parte más débil, porque conoce vuestra flaqueza y os atormenta hasta que lleguéis al punto de decir: no puedo más, es una atracción que  supera mis fuerzas.
Tentación que os roba la paz, porque está tan dentro de vuestro corazón que parece un agujón aferrado a vuestra carne.
Tentación que os hace divagar en mares de dudas, dudas que crean caos psicológico en vosotros mismos.
Escuchadme y prestad mucha atención a mis enseñanzas que os quiero instruir para cuando lleguen estos momentos fuertes de tentación, sepáis afrontarlas con la mayor entereza y dignidad de un buen hijo de Dios.

Mi Hijo “Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Ayunó cuarenta días y cuarenta noches y después sintió hambre. Acercósele el tentador y le dijo: “Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes” Mas él respondió y dijo: “Escrito está: No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”

El diablo lo lleva entonces consigo a la ciudad santa, lo pone  sobre el pináculo del templo y le dice: “Si eres hijo de Dios, échate abajo, porque escrito está: Él dará ordenes a sus ángeles a favor tuyo, y te tomarán en sus manos para que tu pie no tropiece en una piedra.” Jesús le decía: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.”

De nuevo lo lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dice: “Te daré todas estas cosas si, postrado en tierra, me adoras.” Jesús le dice entonces: “Retírate, satanás, porque escrito está: Adorarás al Señor tu Dios y a él sólo servirás.” El diablo le deja; entonces se acercaron los ángeles y le servían.” (Mateo 4,1-11).

Ved, hijitos míos, cómo Jesús siendo el Hijo de Dios, también fue tentado. Satanás quiere ser tropiezo al plan divino que el Padre Celestial tiene sobe todas las criaturas.

Satanás es demasiado osado porque: a los fuertes los quiere débiles, a los menesterosos los quiere aletargados, a los puros de corazón los quiere manchados porque sabe que nada impuro entrará en el Reino de los Cielos, a los virtuosos les quiere sembrar vicios, a los piadosos los quiere menos orantes porque conoce que la oración tiene un poder infinito en el cielo, a los amantes de María los persigue pérfidamente porque ella es puerta del cielo. Satanás os pone trabas, obstáculos, toma vuestra imaginación para que divaguéis en un océano de sin sentidos, en un círculo vicioso que no os lleva a nada bueno, crea dentro de vosotros mismos terrible confusión; confusión que jamás puede provenir de Dios, porque Dios con su tenue presencia da paz, serenidad al corazón y sosiego al espíritu.

Satanás se reviste de ángel de luz para engañaros, para seduciros; es tan sutil que en algo aparentemente bueno puede estar merodeándoos para sacaros del sendero que os lleva a una morada en la eternidad.

Satanás puede incluso dominar vuestra voluntad, si le abrís puertas a la tentación, si cedéis a sus falsas pretensiones, pretensiones que os muestra como regalos bien suntuosos, como manjares bien exquisitos, pero una vez probados saborearéis su hiel amarga, hiel amarga que os hará daño produciendo estragos demoledores en vuestra vida espiritual.

Satanás os muestra un mundo lleno de mentiras, mentiras con apariencia de verdades, porque todo el él es ambiguo, confuso; en él no hay claridad porque como príncipe de las tinieblas está revestido de oscuridad.
Mis pequeños, reflexionad en mis enseñanzas y en las palabras de las Sagradas Escrituras e interiorizad en las tres tentaciones en el desierto y habituadlas a vuestra vida guardándolas en vuestro corazón como perlas de gran valor.

Primera tentación:

“Acercósole el tentador y le dijo: “Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes” Mas él respondió y dijo: “Escrito está: No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mateo 4,3-4).
Bajad vuestra mirada al corazón y pensad en la porfía del enemigo, enemigo que estaba muy cuestionado y abismado en sí mismo, porque lo seguía de cerca y le impactaba demasiado la resistencia de este hombre, el coraje como afrontaba las inclemencias del clima en el desierto, la fuerza para soportar un ayuno tan prolongado, la paz que irradiaba de su corazón a pesar de no haber bebido ni comido nada durante tantos días.

Pero decide irrumpir el diálogo del Hijo con su Padre.

Decide irrumpir en su oración prolongada y lo tienta. Qué mezquindad, hijitos míos, el siervo enfrentarse al amo, el príncipe del averno querer seducir al Rey de los cielos y de la tierra, el embaucador pretender engañar al que es la verdad plena.

Jesús, siendo el Hijo de Dios, vence todo obstáculo, no cede a las peticiones de su contendor para enseñarnos que los maquiavélicos planes de satanás son estropear todo proyecto de amor que Dios Padre tenga trazado sobre sus criaturas, porque conoce del gran mérito que es hacer en todo la Divina Voluntad.
El profeta de Nazaret, por su condición de ser profeta, sabe sortear la situación, tiene habilidad para afrontar los embrollos de su opositor, habla con autoridad porque posee toda la Sabiduría del Cielo para dejar, aún, más confundido al demonio, por eso le responde con inteligencia al afirmar de que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios, ya que Él es el pan vivo bajado del cielo, y el que coma de ese pan no morirá para siempre “porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo” (Juan 6,33), porque el que venga a Él jamás tendrá hambre y el que crea en Él no tendrá nunca sed.

Amado Jesús que haces presencia en la sutileza del pan consagrado, alimenta mi corazón del manjar del cielo así como “alimentaste a tu pueblo con manjar de ángeles, y le suministraste del cielo un pan aparejado sin fatiga suya, que contenía en sí todo deleite, y la suavidad de todos los sabores. Y así este tu sustento demostraba cuán dulce eres para con tus hijos; y acomodándose al gusto de cada uno, se trasmutaba en lo que cada cual quería.” (Sabiduría 16,20-21).
Transforma mi corazón en una digna morada tuya, prende fuego dentro de él y destruye todo lo que no sea de tu agrado y hazlo semejante al tuyo. Haz que tu palabra haga eco dentro de mí, que tome posesión de todo mi ser, de tal modo que piense sólo en Ti, viva para Ti y que todo lo que haga se mueva en función Tuya. Tú, mi Dios y Señor que te sometiste a toda clase de privaciones, aún, siendo el proveedor y dueño de todo cuanto existe, prívame de todo apego terreno y nútreme con tu Palabra, Palabra que encarne dentro de mí hasta ser Evangelio vivo e instrumento de tu Gracia y de tu Amor.

Segunda tentación:

“El diablo lo lleva entonces consigo a la ciudad santa, lo pone sobre el pináculo del templo y le dice: “Si eres hijo de Dios, échate abajo, porque escrito está: Él dará ordenes a sus ángeles a favor tuyo, y te tomarán en sus manos para que tu pie no tropiece en una piedra.” Jesús le decía: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.” (Mateo 4,5-7).

Mis niños amados, no deis ocasión al diablo porque él os quiere destruir, así como él se destruyó así mismo con su arrogancia y con su rebeldía; os quiere arrebatar el cielo que Jesús os tiene prometido, porque él ya lo perdió con su desobediencia, no tiene esperanza alguna en volverlo a recuperar porque el pretender ser como Dios hizo que fuese arrojado al lago eterno y de allí no saldrá jamás.

Él os hace divagar en vuestro pensamiento y naufragar en las aguas de vuestra imaginación. Estad alerta, no os dejéis engañar porque la sutileza de sus mentiras, aún, ni se sienten, pero está ahí queriéndoos desacomodar, perturbándoos interiormente, para que no aguantéis más y caigáis al precipicio que él os tiene reservado si consentís a vuestros bajos instintos.

Pequeñitos míos, no os perdáis de ruta, la ruta es Cristo Jesús.

No endurezcáis vuestro corazón a Dios, al contrario, hacedlo bien sensible a su voz, voz que os alerta de la astucia del enemigo. Voz que os llama a que caminéis con vuestros pies bien fijos en la tierra. Voz que os interpela a que no confiéis en vosotros mismos, a que dudéis de vuestra propia fuerza, porque sois débiles, ya que el espíritu está presto pero la carne es flaca.

El diablo siempre estará tentándoos, aún, en el crucial momento de vuestra muerte, por eso “sed sobrios, y estad en vela, porque vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente alrededor de vosotros, en busca de presa que devorar.” (1 Pedro 5,8).

Cerrad vuestros oídos a su voz, no os dejéis confundir, andad en la claridad como caminan los hijos de Dios en la luz, porque no tienen nada que esconder, porque todos sus actos cuentan con la aprobación del cielo, porque todo lo que hacen va en consonancia con el Evangelio, porque se dejan guiar por el Espíritu Santo presente en las Sagradas Escrituras, porque no se dejan engañar, aún, de alguien con apariencia de bueno “pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os predique un evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado, sea anatema.” (Gálatas 1,8).

Hijitos míos obedeced la ley, obedeced a todo lo que Dios os diga en el Libro Santo: “tu boca hable de continuo del libro de esta ley, y medita de día y de noche lo que en él contiene, a fin de guardar y cumplir todas las cosas en él escritas; con lo cual irás por el recto camino y procederás sabiamente.” (Josué 1,8). Porque, “¡ay de los que pierden el sufrimiento, y abandonan los caminos rectos, y se van por sendas torcías!” (Eclesiástico 2,16).

No tentarás al Señor tu Dios, reconocedle como al Creador de todo cuanto existe; rendidle todo el homenaje y adoración que como vuestro Dios se merece, glorificadlo con vuestro respeto y con vuestra reverencia.

No profanéis lo verdaderamente sagrado, no os dejéis contagiar de la epidemia en que muchos hombres y mujeres no se extasían frente a lo Divino y Santo. Criaturas que hieren mi Inmaculado Corazón y el Sagrado Corazón de Jesús con su apatía y con su cierta aversión a todo lo que es realmente Santo.

No tentarás al Señor tu Dios, buscando una muerte prematura, muerte que os da el pecado porque os ciega y os ensordece a la dulce voz del Maestro que os llama a caminar por sus sendas; sendas adornadas con muchísimas rosas pero también con espinas; espinas que se os clavan en vuestro corazón para haceros madurar, para haceros crecer y alimentaros con alimento sólido. Alimento que os hace bien fuertes de tal modo que ganéis vuestra carrera y así lleguéis a la meta, meta en la que se os tiene previsto un premio; premio que jamás podrá compararse con todo el oro del mundo porque es tan valioso que no existe cifra numérica en la tierra que lo pueda contener.

Tercera tentación:

“De nuevo lo lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dice: “Te daré todas estas cosas si, postrado en tierra, me adoras.” Jesús le dice entonces: “Retírate, satanás, porque escrito está: Adorarás al Señor tu Dios y a él sólo servirás.” (Mateo 4,8-10).

Hijitos míos: la mezquindad del diablo ha llegado al extremo.

Cómo es posible que, al Dueño y Creador de todo cuanto existe, lo quiera tentar con la larva de la codicia, el pobre de Nazaret que anda en plena libertad, sin encartes, sin estorbos porque camina siempre ligero de equipaje, ya que todo lo material pasa a un segundo plano; se vea en esta situación engorrosa y asquerosa, porque las riquezas en la tierra no sirven de nada, ya que ellas suelen ser el pasaporte directo de entrada al infierno.

Por eso “no atesoréis para vosotros en la tierra, donde la polilla y herrumbre destruyen y donde los ladrones perforan los muros y roban; atesorad, más bien, para vosotros el cielo, donde ni la polilla ni herrumbre destruyen y donde los ladrones no perforan los muros ni roban; porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.” (Mateo 6,19-21).

Ved, niñitos míos, cómo el demonio aprovecha cada situación. Sabe que el profeta no ha comido, ni bebido nada; sabe que por fin siente hambre y lo tienta con el pecado de la gula y la codicia, porque creía que era la oportunidad perfecta para que este Santo accediera, pero vaya sorpresa la que se lleva: queda, aún más, atontado de ver la resistencia y la sabiduría que manan del corazón de este hombre excéntrico para él; porque no es como todos los demás, porque conoce de la debilidad de las criaturas, de su vulnerabilidad, pero hay algo distinto en este hombre del desierto: siente que hay algo diferente, que una fuerza especial lo sostiene, que hay un matiz de Divino en él, porque ya hubiese sido el tiempo que cayera en sus negras artimañas. Pero no es así y esto lo inquieta, lo llena de rabia porque quiere opacar la luz que hay en él; desea empequeñecer su gran sabiduría, porque comprende que está enfrentado a un hombre que no es como los demás y esto lo encoleriza, porque lo ve revestido de espíritu de humildad; y la humildad para él no encajó, ya que fue la soberbia la que lo expulsó del cielo.

En el corazón de satanás hay odio porque al escuchar de Jesús: “Al Señor tu Dios adorarás, sólo a él darás culto” le recuerda su pecado de soberbia, la causa de su expulsión, el eco de su propia voz: “non serviam”, le retumba en sus oídos como canto desarmonioso que lo impacienta, que lo enfada aún más, ya que Luzbel, ángel de luz, de sabiduría y de belleza es arrojado en las profundidades del averno.

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