SAN MARCOS
CHONG UI-BAE Y SAN ALEJO U SE-YONG.
Son dos seglares coreanos.
Marcos nació en 1795 de familia noble. Estudió magisterio,
contrajo matrimonio y enviudó sin tener hijos. El martirio de dos sacerdotes lo
impresionó. Buscó información sobre el cristianismo, llegó a la fe y se
bautizó. Mereció la confianza de los misioneros, que lo encargaron de la
catequesis y de la atención a los pobres. Volvió a casarse y adoptó un hijo.
Cuando arreció la persecución, ayudó a muchos a escapar y esconderse, pero él
permaneció en su puesto, y fue arrestado. Tras negarse con firmeza a apostatar,
lo condenaron a muerte.
Alejo era un joven rico de 19 años, inteligente y traductor. Oyó
hablar del cristianismo y viajó para encontrarse con el obispo san Simeón
Berneux. Éste se lo encomendó a Marcos para que lo instruyera en la fe, y en su
momento se le administró el bautismo. Dejó su familia y se fue a vivir con
Marcos, a quien ayudó en la traducción de libros religiosos. Cuando lo
detuvieron, renegó de su fe, y lo dejaron libre. Pero se arrepintió y buscó a
san Simeón, que estaba en la cárcel. Se confesó y recibió la absolución. Cuando
supieron que había vuelto a la fe, lo arrestaron de nuevo; esta vez, a pesar de
las torturas, se mantuvo firme.
Los dos tuvieron que sufrir los insultos y burlas de familiares
y vecinos, y fueron decapitados en Sai-Nam-The (Corea) el 11 de marzo de 1866.
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